La presencia de unidades militares con sus uniformes y los mandos en procesiones católicas debería ofender a todo ciudadano que entienda que las instituciones del Estado no están al servicio de ninguna confesión, no están concebidas ni se deben usar para adornar como si fueran armados o soldados romanos de atrezzo, y deberían mantener una escrupulosa neutralidad religiosa. A los católicos de verdad, además, debería removerles el estómago que en una celebración de la muerte del hijo de Dios, por amor al hombre para su redención, etc, etc, aparezca simbología militar. A Jesucristo lo escoltaron los soldados - cierto - pero fue para llevarlo a su ajusticiamiento.

Y no me salgan ahora con que es una tradición. Una tradición sólo es algo que se repite desde hace mucho tiempo y puede ser una barbaridad como azotar se la espalda hasta sangrar en Filipinas. Aquí lo que hay de tradición es mezclar los poderes del Estado con los poderes fácticos para mostrar y demostrar al pueblo que el poder es uno y que mejor tener cuidado. Así que seguimos teniendo a ministros que condecoran a vírgenes y estatuas que llevan el fajín de general, y algún cristo de la buena Muerte que se cae de vez en cuando. Y todo tan normal, como ha sido toda la vida, basta recordar como la Iglesia estaba al lado de los golpistas en otros tiempos, y estos no hacen más que devolverles el favor y de paso avisarnos, como decía, que tengamos cuidado.


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Hay quien considera una ofensa quedarse en sujetador en una capilla, y hay que considerar que estos hechos ofenden más que enseñar unos pechos.


SBD - 27.3.16