Ayer se vivieron en la calle Ferraz escenas propias del proceso de autodestrucción del Pasok, el desgraciado partido socialista griego. Dimisión de la mitad de la comisión ejecutiva para destronar a Pedro Sánchez y forzar la formación de una gestora que tome las riendas, conforme a los estatutos. Atrincheramiento del secretario general, que se niega a reconocer la defunción de su mandato, apelando a la comunión directa con los militantes. Respuesta de los críticos negándose a reconocer la autoridad del secretario general y del secretario de organización. Los periodistas, invitados a abandonar la sede de Ferraz. Una tarde increíble.

Sánchez quisiera sobrevivir con el apoyo de la militancia, pero no cuenta con la gran base social del Partido Laborista británico, con la que Jeremy Corbyn ha podido imponerse a los notables de su partido en fecha reciente. El Labour tiene más de 600.000 afiliados. Al PSOE le quedan menos de 190.000. No es lo mismo.

La ignición cismática del PSOE quema la imagen del partido cuando sólo quedan treinta días para decidir la investidura. Las delirantes terceras elecciones –la apuesta real de Sánchez y su grupo en esta trepidante historia– son hoy el cañón Berta en manos del Partido Popular. explica Enric Juliana en la Vanguardia, y es que el cainismo clàsico de la izquierda representó ayer su penúltima función. Pedro Sánchez, en Solo ante el peligro, como Gary Cooper, o quizás Sólo en casa como Macaulay Culkin.

¡Españoles! El PSoE ¡ha muerto!