Según la reacción de los medios de comunicación españoles del pasado viernes, la desaparición del poeta y músico canadiense Leonard Cohen, para España es mucho más relevante que la muerte de Francisco Nieva, se queja Ángeles González Sinde en el Periódico. A tenor del espacio que ocupó en las portadas de diarios digitales o de papel, de los minutos que se le dedicaron en los informativos de radio y televisión, parece que el canadiense Cohen ha incidido más en las vidas de los españoles que el académico, autor, escenógrafo, figurinista, pintor, literato Francisco Nieva. Para los que no sean del gremio, quiero aclarar que el papanatismo de los medios patrios y su devoción por la cultura anglosajona que nos embuten por los ojos y los oídos, se debe sobre todo a la comodidad. Hay más imágenes disponibles de cualquier artista anglosajón (y es más fácil y barato acceder a ellas) que de un español. Y es que posiblemente bastantes de los redactores de estos medios ignoraban o ignorasen quién era Francisco Nieva, y ojo, que a Leonard Cohen la mayoría de la gente lo ha descubierto ahora, a raíz de la desmesurada cobertura que los medios han dedicado a su muerte.
La precariedad de los medios en España, la altísima cifra de periodistas despedidos en los últimos años, los ERE que no se detienen en todos los grupos de comunicación, el cierre de las delegaciones en provincias y de corresponsalías internacionales de los principales medios, etcétera, tienen como resultado un empobrecimiento tan grande de nuestra dieta informativa, cultural e ideológica, que estamos como lectores y espectadores casi anémicos. La calidad de una democracia tiene un termómetro infalible: la calidad de los medios informativos. Los ciudadanos exigimos y votamos en base al conocimiento que tenemos de la realidad. La desigualdad económica comporta ya otra desigualdad: la cultural. Yo no quiero vivir en un país en que la gente tenga dificultades para saber quién fue y qué hizo Francisco Nieva, porque averiguarlo es sólo para las élites. La segregación de ricos y pobres, también en cultura, se acaba pagando muy cara.