Nadie debería alegrarse de la muerte de nadie, fuera quien fuere el finado, o en este caso finada, cacique valenciana durante 24 años con obviàmente algunas luces y muchas sombras, demasiadas sombras. Una mujer-niña que en cierto modo se asemejaba mucho a Escarlata O'Hara. 
De la misma manera que nadie tiene que ser cínico hasta la nàusea, loando las virtudes de una difunta a quien ayer mismo negaban el pan y la sal: no opinamos, no sabemos nada, ya no es del partido, etc etc, tampoco  hay que ausentarse del plató parlamentario a la hora de recordarla, unos y otros se han comportado y lo siguen haciendo como unos miserables.
Fue lo que fue e hizo lo que hizo, que aunque nunca se llegarà a saber, lo hizo, però la muerte, en este caso ha sido oportuna, para evitarle a ella el calvario que la esperaba y a su partido por si acaso le daba por largar, que los tenia la señora bien puestos. E incluso, siendo muy mal pensado podría llegar a creer que su muerte... no! eso seria especular, y ya lo ha hech0 a la inversa los suyos.
Dicho esto, da vergüenza ajena, náuseas, escuchar las palabras del Ministro de Justicia, Català, de Celia Villalobos o Maria de los Dolores de Cospedal, vergüenza ajena, náuseas y repugnància. Allà ellos con su indecencia.