Vivimos en una época de rimbombantes eufemismos. En vez de decir las cosas por su nombre, las revestimos de palabras vacías y eso es lo que ha pasado con el término pobreza energética. Una expresión que se ha colado dentro del lenguaje cotidiano, hasta el punto de que todos los partidos, organizaciones sociales y medios hablan de ella como si se tratara de una nueva realidad derivada de la crisis.
La pobreza energética, sin embargo, no existe. Lo que existe es la pobreza. Sin eufemismos ni juegos de palabras. Y lo que ha hecho la crisis que dicen ya hemos superado a macro nivel, es aumentar esta pobreza hasta límites insoportables. Quien no tiene para pagar el recibo de la luz, está muy cerca de la exclusión social. Y, por tanto, intentar poner parches -como evitar que el suministro sea interrumpido en determinadas circunstancias- no es más que un eslogan político, un parche que no soluciona el problema de fondo, sólo lo aplaza.
El mal uso de este concepto es muy probable que tenga que ver con la banalización que se ha producido en los últimos años del concepto de 'pobreza'. Hasta hace no demasiado tiempo, un pobre era alguien que no llegaba a los mínimos niveles de subsistencia vital. Pero a partir de los años cincuenta y sesenta muchos empezaron a ver la pobreza no como un fenómeno de naturaleza absoluta, sino como un concepto relativo. Es decir, en relación a alguien del mismo entorno. Un pobre, es aquel que tiene más gasto necesario que ingresos, y de estos hay muchos, sobre todo entre la gente mayor, con pensiones de viudedad exiguas o pensiones a secas exiguas también, de gente que no ha podido ahorrar en la su vida laboral. Sueldos misérrimos por debajo del salario mínimo, esto es pobreza, pues el concepto de pobre que teníamos ha cambiado, pues el pobre clásico no tiene nada, pero tampoco debe nada, mientras el pobre actual, puede tener una casa e incluso un par de coches, y a pesar de esta contradicción, es pobre.
Otro tema sería que se paga en el recibo de la luz, como el del agua o el gas aquí entra todo, Castores, AVE's, autopistas rescatadas, etc., pero aquí con la Iglesia hemos topado, y no hay ni quien lo entienda ni quien ponga freno a este expolio. Somos víctimas de un sistema que nos ignora que como explica Majduf en este texto:

"En nuestro mundo atrasado la angustia es doble: el cumplimiento con las necesidades sociales (ahora básicas) ocupa casi toda nuestra libertad. Queremos ser libres, pero la libertad es cara. Entonces, miramos hacia donde el dinero no es escaso, a diferencia de otros tiempos, ahora no podemos usurpar su lugar. no podemos invadirlo, por lo que la solución es dejarnos invadir. Copiamos. Queremos parecernos a ellos: porque han triunfado en la guerra y en el comercio, porque son ricos y nosotros somos pobres. También es verdad: queremos dejar de ser pobres. Pero seguiremos siéndolo, mientras pensemos que la riqueza se consigue absorbiendo los valores culturales y morales del vencedor. porque no es lo mismo integrarse en el mundo que dejarse ingerir. También nosotros pertenecemos al mundo, a la mayor parte del mundo, y, aunque sentimos vergüenza de nuestros taparrabos, debemos recordar que la pobreza no es una prueba de nuestros vicios morales. Esta es una idea religiosa del mundo protestante que heredó el Norte y nos vendieron el Sur...."