Una de la cosas que aprendemos es que la verdad se parece menos al dinero que al amor: es objetiva en su existencia, subjetiva en su apreciación y capaz de existir en más de una forma. Pero también puede ser peligrosa y dificil de descubrir, y puede resultar frustrante vivir con ella. La pregunta, ¿qué es la verdad? no va a desaparecer. Los misterios son así, y eso es bueno. Las preguntas arduas nos recuerdan que no hemos de tomarnos demasiado en serio a nosotros mismos. Somos seres históricos; somos productos de una cultura y, a la postre, nuestras conclusiones no son sino nuestras conclusiones. Propendemos a la estupidez, a llamarnos a engaño a nosotros mismos. La clave estriba en apreciar este hecho (que, como he defendido, forma parte de la apreciación de la posibilidad de la verdad objetiva)| sin caer en el cinismo. Si hemos de ser tontos, seamos tontos con esperanza.

MICHAEL P. LYNCH