Bien mirado, dormir es también pensar, no es pues como creen algunos una pérdida de tiempo o la necesidad pura de recuperar energías para este cuerpo limitado. Durmiendo soñamos, y lo hacemos sin ningún prejuicio, en absoluta libertad, creamos historias a menudo inverosímiles de puro surrealismo onírico, y todo por dejar al cerebro que vaya a la suya sin nuestro férreo y puritano control. Y suponiendo que no soñemos, dejar de soñar, como dejar de pensar no deja de ser una forma de pensamiento, el sueño como la vida puede ser también aburrido, demasiado razón y lógica preside la filosofía de la vida, y más aburrida cuando más razonable pretendemos que sea. 
No nos engañemos, la razón, la lógica, el sentido común, no se caracterizan precisamente por ningún tipo de notoria amenidad. Soñemos pues, dormidos o despiertos, posiblemente sea la única manera de sobrevivir a tanto aburrimiento. Soñar es vivir y vivir es aburrirse, por eso la gente se va de vacaciones, para cambiar el escenario de su aburrimiento.