CUIDADO CON EL PERRO


La espiral de recortes de derechos ha llevado a una espiral de represión de libertades en la que víctimas y activistas quedan atrapados. No se han repuesto aún de la caída de la crisis y les caen encima el porrazo del antidisturbio, el mazo de la justicia y el mazazo de la indiferencia de las instituciones que deben protegerles.

El círculo perverso de la estafa llamada crisis ha convertido la vida de algunos de los que se han levantado contra ella en un proceso kafkiano. El empobrecimiento de las condiciones materiales ha llevado a una lógica reacción de defensa que ha sido atacada por una apisonadora represiva política, legislativa, policial y judicial. Se ha amordazado a la protesta con nuevas leyes y se ha acosado en la calle y los juzgados a quienes se resistían a caer. Al tiempo que perdíamos derechos sociales, nos quitaban libertades civiles.

La espiral de recortes lleva a una espiral de represión en la que víctimas y activistas quedan atrapados. No se han repuesto aún de la caída de la crisis y les caen encima el porrazo del antidisturbio, el mazo de la justicia y el mazazo de la indiferencia de las instituciones que deben protegerles. No les protegen a ellos, se protegen de ellos porque los gobiernos no sirven ya al ciudadano sino sólo a sí mismos y a las élites para las que trabajan. La sangrante paradoja es que quienes más hacen para cerrar la hemorragia, evitándole al sistema el estallido y la rotura social, son castigados con la violencia del Estado que les clava más profundamente el cuchillo en la herida.

Son legión las personas, entre ellos muchas desahuciadas, que han afrontado juicios agotadores e interminables que minan la poca moral y entereza que les queda tras la lucha y la derrota. A finales de año fue un matrimonio de Clot y miembros de la PAH, acusados por la Generalitat de enfrentarse a los Mossos para intentar evitar sin éxito la ejecución (nunca mejor dicho). Este lunes un desahuciado y otro activista madrileños se sentaban en el banquillo en circunstancias similares. El poder despliega un escudo protector de policías y jueces que le inmunizan frente a la plaga de marginados a los que intentan reducir a golpe de porra, penas y desánimo.

En la misma línea, aunque pueda no parecerlo a simple vista, se sitúa la continua persecución a la libertad de expresión. Los juicios a tuiteros, titiriteros, artistas, activistas… que se suceden sin descanso en los últimos años, son otras formas de la utilización de la justicia para reprimir los discursos críticos que amenazan a un Estado que duda de su legitimidad. Un Estado que se siente débil reprime con más fuerza a quienes lo cuestionan. Poderes fácticos y fuerzas vivas se movilizan para inmovilizar a los que se mueven.

Las últimas perseguidas han sido una tuitera acusada por la Fiscalía por hacer chistes sobre un atentado amnistiado, el de Carrero Blanco, y una feminista a la que abogados católicos pedían una multa de 3000 euros por ofender sentimientos religiosos en la procesión del Chumino Insumiso de Málaga. En breve afrontan el mismo calvario manifestantes republicanos por protestar contra la monarquía. Amnistía Internacional denunciaba esta semana en nuestro país la drástica reducción de libertades con las nuevas leyes represivas.

Afortunadamente no toda la judicatura colabora con la represión. En realidad, la mayoría de juicios por protestas acaban en agua de borrajas. También los casos políticos contra la libertad de expresión que nos cuestan millones y tiempo para juzgar a los corruptos y verdaderos culpables de la crisis. Hace unos días se desestimaba la causa contra los marionetistas acusados de enaltecimiento del terrorismo, como antes ocurrió con Zapata, Rita Maestre o Facu Díaz. Lo mismo pasó con César Strawberry, aunque el fiscal del Supremo lo ha recurrido.

Los perros rabiosos no sueltan el hueso y su mordedura está dejando marcas imborrables de impotencia y miedo. El mal está hecho. Perro mordedor no quiere que le ladremos. Precisamente por eso hay que ladrar con más fuerza y vencer el temor al cartel que dice: ¡Cuidado con el perro!

Javier Gallego  
ELDIARIO.ES

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