Sostenía Andreotti -al que apodaban Belcebú porque era como el demonio en bajito- que Italia no podía explicarse fácilmente a un extranjero porque allí a los trenes más lentos se les llamaba rápidos y el Corriere della Sera salía por la mañana. ¿Y España? Si alguna lección nos dejó la crisis fue de geografía. Según se nos aseguró entonces, no éramos Irlanda ni Portugal, ni mucho menos Grecia. Pero puede que España, un país extrañísimo visitado cada año por 75 millones de españoles, sea Italia. Llamamos igual a los trenes tortuga y existe un diario de locos que se llama La Razón. Por no hablar de Rajoy y esa cara de Andreotti que se le ha puesto.

Las comparaciones son odiosas. Andreotti era muy astuto y bastante mafioso y Rajoy no es tan listo ni tan bajito. Pero el caso es que el presidente se nos ha italianizado bastante y de su precariedad en el Ejecutivo ha hecho virtud, hasta el punto de estar haciendo buenas varias máximas del il Divo, especialmente aquella de que el poder sólo desgasta a quien lo tiene y la de que gobernar no consiste en solucionar problemas sino en hacer callar a los que los provocan.

Con sus 137 escaños, el del PP ha logrado convencer al mundo de que la culpa siempre es de otros, ya sea de los populistas de la coleta, de los irresponsables socialistas o del veleta de Rivera, un tipo perdido en los días sin viento. Tras ver tumbado su decreto de liberalización de los puertos, le ha bastado lanzar un aviso a navegantes y enseñar la llave del anticipo de elecciones para reconducir el motín, que no era sino la pataleta de unos niños malcriados.

Puede que la relación con Ciudadanos no sea sadomasoquista pero se non è vero, è ben trovato. Tal es el temor de mister Orange a unas nuevas elecciones que se ha querido hacer perdonar con un cheque en blanco a los Presupuestos, porque Rivera sabe hablar con los que piensan distinto y le ha encontrado cierto placer a la fusta del gallego.

Con el PSOE del sultanato parece que el acuerdo es otro, no vaya a ser que los afiliados llamados a entronizar a la reina del Sur detecten que lo de la oposición útil es muy útil, sí, pero al Gobierno y le compliquen más aún cruzar Despeñaperros ahora que empieza a parecerse al Himalaya. La Gestora habría vendido barata una abstención, que para eso están los amigos y las rebajas, pero el exorcismo para sacar del partido el demonio de Pedro Sánchez no lo hace aconsejable. Rajoy, que es comprensivo, echará mano del PNV y del único diputado de Nueva Canarias, al que Ferraz ya le ha dicho lo que tiene que hacer llegado el momento. Para todo lo demás, se inventó el veto.

Si a Fernando VII le preparaban las bolas del billar para la carambola y a Franco le colgaban del anzuelo los salmones, a Rajoy se lo están poniendo a huevo. Nuevamente le ocurre lo que a Andreotti: “Sé que soy un hombre medio, pero cuando miro a mi alrededor no veo ningún gigante”. Bienvenidos a Lilliput. JUAN CARLOS ESCUDIER - publico.es