He aquí un proceso complejo y a la vez muy simple: envejecer; envejecer, es aceptarlo, ser capaz de entender que se trata de una etapa más dentro de esta aventura excitante y aburrida a la vez que es la vida. Envejecer, es aceptar que acaba un tiempo y empieza otro, que si bien es cierto que hay cosas que ya no puedes hacer, descubres que hay otras que no habías contemplado y ahora son factibles. Envejecer, es aceptar que tienes 72 años y todavía puedes practicar el sexo, aunque sea de otra manera... quien me lo iba a decir, yo que veía de joven como viejos a hombres de 50 años.
Envejecer, de hecho, es eso, aceptar la propia decadencia física y - no nos engañemos - la psíquica -, pero no deja de ser una parte más de esta extraordinaria experiencia que es el hecho de vivir, pues hay que recordar que en el otra lado está el vacío absoluto.
Dicho esto, envejecer significa también, por si no ha quedado claro, aceptar un nuevo estado, con limitaciones, carencias y lo que es más importante, entenderlo y aceptarlo, pues sinó, es posible rozar el patetismo que se visualiza en estas excursiones de harta-pobres con chupito y jamón ibérico de regalo por 20€, o las tardes locas de cualquier hogar de ancianos, donde si no se me va la cabeza no pienso ir.
Es importante ser consciente del momento en que uno vive, ni más ni menos que cualquier otro, pero adecuado a las circunstancias, y sacando el máximo provecho de ello. En el fondo, nadie envejece como quiere, sinó como puede y le permite la vida, este es realmente el problema, que además no tiene solución.