Al final resulta que la 'operación diálogo' era eso: una oferta de 4.200 millones en infraestructuras. Esta ha sido la única propuesta concreta que ha hecho Rajoy en Catalunya, y no ha sentado muy bien. En primer lugar, porque Rajoy la hizo solo ante los suyos y con una puesta en escena artificiosa y grandilocuente al más puro estilo míster Marshall. En segundo lugar, porque es muy escasa: estos 4.200 millones corresponden a obras que ya se están realizando o que ya estaban planificadas y que deberían estar hechas hace tiempo, y no llegan al 10% del presupuesto anual del Ministerio de Fomento.

Y en tercer lugar, porque tiene poca credibilidad. El día 1 de febrero del 2008 EL PERIÓDICO titulaba: 'Zapatero invertirá más de 10.000 millones en los trenes de Catalunya'. Fue una promesa electoral que nunca se cumplió, y por eso en el año 2013 el entonces 'conseller' Santi Vila negoció con la ministra Ana Pastor una inversión de 306 millones en las obras más urgentes. Pasado el plazo pactado entre Vila y Pastor, de este dinero solo se había invertido el 2%.

Los catalanes, pues, cansados ​​de ir de promesa en promesa y de incumplimiento en incumplimiento, hemos asistido a la operación propagandística de Rajoy con escepticismo e incredulidad. Pero más allá de la poca solidez de la propuesta en sí, lo que es preocupante de verdad es que Rajoy piense que con gestos como este resolverá la situación política que vive Catalunya.

Rajoy se ha equivocado siempre en el diagnóstico, y por eso se equivoca en la estrategia. Hubo unos años en que, efectivamente, desde Catalunya se reclamaba más inversión y un trato económico más justo por parte del Gobierno español, la época en que expresiones como "balanzas fiscales" o "déficit fiscal" pasaron a formar parte de las conversaciones cotidianas y tertulias de sobremesa. Pero esta reivindicación murió con el cepillado del Estatut y con el sonoro portazo que Rajoy espetó a Artur Mas en la Moncloa el día que este le fue a proponer el extinto pacto fiscal.

De esto hace cinco años, y en este tiempo en Catalunya las reivindicaciones de más infraestructuras y más financiación han evolucionado hasta confluir en la reivindicación de más democracia. Hemos pasado de unos pocos miles de personas pidiendo el concierto económico a unos cuantos millones pidiendo poder votar (el 80% de los catalanes). Ahora queremos decidir si gestionaremos nuestros impuestos, nuestra educación y, sí, también nuestras infraestructuras.

Y todavía más mientras la economía catalana crezca hasta el punto de que una de cada tres empresas exportadoras del Estado es catalana, mientras el aeropuerto Barcelona-El Prat sea el que más ha crecido en Europa en el último año y mientras seamos líderes en inversión en 'startups'. Da la sensación de que Rajoy no se ha dado cuenta de cómo ha cambiado la sociedad catalana. Sigue pensando que esto solo va de presupuestos, cuando en realidad va de democracia. 

Consultora en comunicación.
Lo que Rajoy no entiende de
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