Si se pusiera en un platillo de la balanza el mal que los «puros» han derramado sobre el mundo y en el otro el mal proveniente de los hombres sin principios y sin escrúpulos, es el primer platillo el que inclinaría la balanza. En el espíritu que la propone, toda fórmula de salvación erige una guillotina... Los desastres de las épocas corrompidas tienen menos gravedad que los azotes causados por las épocas ardientes; el fango es más agradable; hay más suavidad en el vicio que en la virtud, más humanidad en la depravación que en el rigorismo. 
El hombre que reina y no cree en nada, he aquí el modelo de un paraíso de la decadencia, de una soberana solución de la historia. Los oportunistas han salvado a los pueblos: los héroes los han arruinado.
Hay que sentirse contemporáneo, no de la Revolución y Bonaparte, sino de Fouché y Talleyrand: no le ha faltado a la versatilidad de éstos más que un suplemento de tristeza para que nos sugirieran con sus actos un Arte de vivir.
A las épocas disolutas corresponde el mérito de haber puesto al desnudo la esencia de la vida, de habernos revelado que todo no es sino farsa o amargura, y que ningún acontecimiento merece ser emperifollado, puesto que es necesariamente execrable. La mentira tramada de las grandes épocas de tal siglo, de tal rey, de tal papa... La «verdad» sólo se vislumbra en los momentos en los que los espíritus, olvidados del delirio constructivo, se dejan arrastrar por la disolución de las morales, de los ideales y de las creencias. Conocer, es ver; no es ni esperar ni emprender.
La estupidez que caracteriza las cimas de la historia sólo tiene equivalente en la ineptitud de sus agentes. Si se llevan hasta el fin los actos y los pensamientos es por una falta de agudeza. A un espíritu liberado le repugnan la tragedia y la apoteosis: las desgracias y las palmas le exasperan no menos que la banalidad. Ir demasiado lejos, es dar infaliblemente una prueba de mal gusto. El esteta tiene horror a la sangre, a lo sublime y a los héroes... No aprecia ya más que a los bromistas... 

e.m.cioran - breviario de podredumbre