La producción de masas, como Ford bien lo había visto hace casi medio siglo, es impracticable sin el consumo de las masas. La organización dicotómica, manteniendo al asalariado, sea obrero o empleado, trabaje 50 o 35 horas por semana, en la regimentación y la alienación, reduciendo sus posibilidades de encontrar satisfacciones en su trabajo, tiene por complemento la enorme corriente hacia el consumo,la importancia creciente adquirida por la vida fuera del trabajo, el desplazamiento del centro de gravedad de la existencia hacia el ocio. 
La ética del consumo implica a la vez, el rechazo del ascetismo, del ahorro excesivo, pero también el de la prodigalidad por contragolpe. La civilización técnica no es una civilización del trabajo, sinó del consumo y del 'bienestar'. El trabajo deja, para un número creciente de individuos, de incluir fines que le son propios y se vuelve un medio de consumir, de satisfacer 'necesidades' de más en más extendidas.
No es solamente en los Estados Unidos, sino en todos los países de la industria evolucionada donde se observan, en el medio obrero, un aumento del volumen y una variedad acrecentada del consumo, un acceso de los asalariados a un nivel de vida a menudo igual y a veces superior al de la burguesia media anterior.
La transformación de la ética del trabajo en ética del consumo, observable en las sociedades industriales capitalistas, tiende a ganar, bajo modos diferentes, las economías colectivistas donde ella está sometida a frenos y controles impuestos por el Estado.

Georges Fiedmann - Civilización tecnica y sociedad de masas (1962)