Spain is different, y nuestras autoridades los líderes mundiales en planificación y caradura, sobre todo mucha caradura, gracias a su inteligente planificación, España dispone de la red de autopistas más larga y con menos tráfico de Europa. Para dar forma a este disparate, y obviando cualquier análisis serio de costes y beneficios, se recurrió al modelo de cooperación publica-privada, por lo que desde los años 90 se adjudicaron 16 concesiones a 14 empresas para construir y explotar cerca de 800 kilómetros de autopistas de peajes que o han quebrado o están en proceso de liquidación.
Para todas ellas funciona la llamada responsabilidad patrimonial de la Administración. Este mecanismo es el que permite a los florentinos y villarmires de turno emprender estas infraestructuras ruinosas con el paracaídas de nuestros agotados bolsillos. El sistema funciona así: los señores del ladrillo hacen las obras y cobran por ellas con su beneficio correspondiente gracias a los créditos facilitados por la bancos. Simultáneamente, constructores y bancos gestionan las empresas concesionarias de las vías, todas ellas con un capital ridículo ante la enorme deuda que acumulan. Así, cuando sobreviene la insolvencia, que es lo habitual, la pérdida es irrelevante.

Este bucle de privatizar, nacionalizar y volver a privatizar no se produce en otros países para que sus estados no extienden ninguna red de seguridad para los trapecistas del alquitrán y que estos, que se juegan su dinero, aseguran que en las vías que acometen habrá tráfico y serán rentables o se verán abocados a la ruina. Tramas tendrán, porque aquí no se ha inventado ni eso, pero el expolio, al menos, es bastante más discreto.

Una muestra de cómo funcionan esta trama la tenemos en el Ministerio de Fomento, donde su titular, Iñigo de la Serna, anunciaba contento y satisfecho, que una vez rescatadas a escote las autopistas en quiebra (entre 2 mil y 5 mil millones de euros nos ha costado la bromita a los ciudadanos), piensa volver a adjudicarlas limpias de polvo y paja al sector privado para recuperar algo de lo que ha desembolsado y ahorrarnos los costes de mantenimiento. Estamos ante un nuevo ejercicio de socialización de pérdidas y privatización de beneficios, que es como actúan los sátrapas con la complicidad de Bancos y beneficiarios. Eso si, todo lo hacen por nuestro bien y para ahorrarnos los costes de mantenimiento de estas autopistas, que conste. Lo resumía hace unos meses Antón Losada:
La historia de nuestras autopistas supone la esencia de la famosa fórmula de colaboración publico-privada: nosotros asumimos el riesgo y ellos se llevan los beneficios.  eldiario.es