Una campaña facilona, emocional, que ha aprovechado muy bien los vientos que corren en los ánimos de los electores, movilizados más por ir contra algo que por votar a favor de una causa - Imma Aguilar Nàcher.
No esperen que compare a Susana Díaz con Lady Macbeth, ni a Pedro Sánchez con Bruto. La noticia es que no ha ganado Susana como estaba previsto, como mandaba la narración de esta historia de destinos. Ella, nacida para ganar y destinada a dirigir al PSOE ha comprobado que los militantes la conocen y no la aprecian. Pedro Sánchez ha vuelto a ganar gracias a Susana. En 2014 fue porque él era el elegido y ahora porque la tenía a ella de rival. La mejor rival para su relato de legitimidad y de dignidad de los militantes. Las bases se han vuelto a rebelar contra las élites. Ha sido un episodio de justicia poética.
La ambición es el motor del poder. Y esta elección interna en el PSOE ha sido una lucha por el poder, enmarcada en flojos argumentos políticos y con candidatos muy alejados de las demandas sociales. Se ha mirado al pasado para explicar el relato de cada candidato y se ha dibujado el futuro con mucha más estrategia personal de ambición, de revancha y de poder, que de partido o de país.
No creo que sea una victoria de la democracia interna y no imagino a ningún partido envidiando esta exhibición de endogamia y de falta de estrategia electoral. Dice Felipe González en su último ensayo que la democracia no garantiza una buena política, de la misma forma que una elección interna con voto directo de militantes no garantiza la curación de la enfermedad. Es más bien una derrota de la salud política de un partido cuya selección de élites viene tergiversada desde hace unos años. En 2014, el aparato se conjuró en torno a Susana que escogió a Pedro Sánchez para darle las llaves de Ferraz.
La resurrección del secretario general con peor balance orgánico y electoral ha venido propiciada por una campaña electoral con un marco muy bien delimitado y firme: el de la legitimidad asociada a la dignidad de las bases. El de la abstención frente al No es No. Una campaña facilona, emocional, que ha aprovechado muy bien los vientos que corren en los ánimos de los electores, movilizados más por ir contra algo que por votar a favor de una causa. Frente e esta estrategia, una no estrategia. Susana no ha hecho una campaña. Se ha limitado a recorrer España exhibiendo de antemano su victoria.
La mitad del partido ha votado con la víscera y mirando al pasado, y la otra mitad lo ha hecho para estabilizar al enfermo, para asegurar el futuro inmediato, para no votar contra las propias capacidades del partido. Se ha impuesto la emoción. La ira.
Llega ahora el tiempo de las preguntas. ¿Por qué los militantes han escogido a un secretario general sin apoyos? ¿Qué pasará ahora? ¿Tendremos elecciones generales? ¿El próximo gobierno será como el de Portugal? ¿Seguirá ganado elecciones el PP? ¿Habrá primarias para escoger candidato a la presidencia del gobierno por el PSOE?
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