Así se titula un peculiar artículo de Ángeles Espinosa en El País de este viernes, donde nos dice que el ayuno musulmán sería un canto espiritual a la vida sana si no “supusiera grandes atracones nocturnos y disminución de las horas de sueño a causa del trasnoche”. “Aumentan los accidentes debido al cansancio (por la mañana) o a los nervios para llegar a casa antes de la ruptura del ayuno (a la puesta de sol)”. Más Macondo: “El ayuno convierte la comida en obsesión. Así que nada como los afamados bufés de Dubai para saciarse”. Desde Dubai, precisamente, escribe la compañera este sesudo texto sobre el Ramadán, plagado de guiños a la comprensión entre culturas. No sé qué pasaría si Al Jazeera dedicara un reportaje a nuestras celebraciones cristianas en esos términos.
En las fiestas del Apóstol Santiago, o en el San Isidro madrileño, o en la navidad de toda España, o en nuestra Semana Santa, es imposible conseguir cocaína de calidad porque los devotos ya han hecho acopio de la misma con fechas de antelación, sabedores de que el fervor religioso de nuestros beatos no se alimenta solo con incienso. Celebramos el nacimiento de Jesucristo poniéndonos ciegos de marisco, alcohol y todo tipo de sustancias epistemológicas. Yo no creo que Ángeles Espinosa escribiera ese artículo a mala muerte. Creo que solo es un síntoma más de lo que no entendemos. De lo que no queremos entender. De nuestra ignorancia sobre ellos. De la ignorancia de los musulmanes sobre nosotros. Pena. publico.es
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