«A pesar de la tónica alegre que están tomando estos días las manifestaciones, varios responsables políticos no dejan de advertir de la situación de violencia inminente»

Todo comenzó un 15 de enero de 1978. Hacía poco que los principales grupos políticos españoles habían iniciado los Pactos de la Moncloa que tenían que poner las bases de la recién iniciada democracia tras la negra noche del franquismo. Una democracia que nacía entre fuertes tensiones, con varios grupos armados actuando en la calle y un ejército que dejaba entrever de manera constante una clara intención intervencionista y hacía planear el miedo al golpe de estado y la involución política.

Ante este panorama tan desconcertante y volátil antes fueron pocos los grupos políticos que se posicionaron contra dichos pactos. Dentro del panorama sindical, el movimiento libertario, que a diferencia de otros lugares del mundo, en Cataluña se había mostrado durante años casi hegemónico hasta el final de la Guerra Civil, empezaba a reavivar con fuerza.

Aquel 15 de Enero, la CNT convocó una manifestación en la que denunciaba la colaboración con el franquismo que suponía aquel proceso de confluencia que se había iniciado en 1977 y pedía la separación entre el Estado y los sindicatos. La manifestación recorrió sin incidentes hasta un cuarto de la tarde, cuando ésta se dio por finalizada en el cruce de la calle Consell de Cent con el Paseo de San Juan.
En ese momento un reducido grupo de manifestantes comenzó a lanzar cócteles molotov contra la sala de fiestas Scala, una de las más populares de aquella Barcelona de la transición. El fuego se extendió rápidamente y desde varios puntos de la ciudad se pudo ver una imponente columna de humo que salía de la mítica sala.
Misteriosamente, el incendio se inició en el lado opuesto del edificio respecto a la que se habían lanzado los artefactos y el jefe de bomberos inició la hipótesis de que el incendio había sido provocado por el fósforo perteneciente al Ejército. Fue destituido rápidamente. Más allá de la destitución, el incendio del Scala tuvo consecuencias directas aún más trágicas. Entre las llamas murieron 4 trabajadores de la sala de fiestas: 3 de ellos afiliados precisamente al mismo sindicato que había convocado la movilización.

En sólo 48 horas la policía ya había detenido como culpables del atentado siete jóvenes de edad comprendida entre 17 y 20 años: seis hombres y una mujer. Las portadas de los principales rotativos acusaron la CNT de terrorista y se inició una importante ola represiva contra el movimiento libertario. El desprestigio del sindicato y el distanciamiento de buena parte de los afiliados de estos tipos de acciones hizo que la militancia cayera en picado y que se despertara un profundo recelo entre la sociedad.
Aquel sindicato que a principios de siglo se había demostrado como uno de los más potentes de toda Europa se vio entonces relegado casi a grupos minoritarios y en según qué lugares residuales o incluso inexistentes. Sin embargo, la CNT siempre defendió que se trataba de un montaje policial. 
Más allá de las opiniones del destituido jefe de Bomberos, hubo varias irregularidades, entre ellas la fulminante desaparición del mapa de Joaquin Gambín, alias "El Grillo", que había sido uno de los principales instigadores de la acción violenta y que posteriormente se descubrió como un delincuente que estando en prisión se había avenido a colaborar con la policía del exfalangista ministro de Gobernación Rodolfo Martín Villa.

No se pudieron recoger mucho pruebas dentro del edificio para que las autoridades mandaron derribarlo. A los juicios que se celebraron en diciembre de 1980, Rodolfo Martín Villa no compareció. El recurso por quebrantamiento de forma, denegación de pruebas y incomparecencia del ministro fue denegado por la fiscalía.

Un atentado de falsa bandera

Este caso pasó a la historia como un paradigma de "atentado de falsa bandera", sistema por el que se intenta criminalizar un colectivo provocando acciones nefastas y presentándolas como promovidas por éste. Pero bueno, de eso ya hará ahora casi 40 años. Y, de hecho, fue antes de este verano pasado cuando en la celebración de los 40 años de democracia condecoraron con una medalla el ex ministro de Gobernación Martín Villa.

Ahora a nadie se le podría pasar por la cabeza que los tribunales y los fiscales actuaran movidos por la imparcialidad respondiendo a intereses políticos, o que los cuerpos de seguridad se presentaran a sedes de partidos sin órdenes judiciales o llegaran al extremo de irrumpir en las sedes de los medios de comunicación identificando periodistas. 
Sin embargo, a pesar de la tónica alegre que están tomando estos días, varios responsables políticos no dejan de advertir de la situación de violencia inminente, de crispación y división social que se vivirá en nuestro país. Y lo hacen de manera tan insistente que a veces parece que les haga rabia que se tarde tanto a materializar sus pronósticos, como si tuvieran un especial interés. Aprendamos de la historia: cuidado con las falsas banderas y las provocaciones.

Dani Cortijo 
naciodigital.cat