BARCELONA Y YO

Ayer por la mañana en la plaza Sant Jaume de Barcelona se manifestaban una docena de viudas, no eran muchas, pero se hacían oir, megáfono en mano reclamaban por sus exiguas pensiones, criticaban la represión del 1-O y pedían la libertad para Cuixart y Sánchez. Hacían de buen ver, menudas, aseadas, pulidas y ordenadas, desprendían una enorme dignidad y generaban ternura, respeto y admiración. Decididas hablaron primero ante el Palau de la generalidad y luego en el otro lado en el Ayuntamiento.
Quizás no era ayer el mejor día para reivindicar nada, para manifestarse, me temo que tanto en el Palau como el Ayuntamiento tenían ayer otros asuntos y trasuntos a tratar que los llevan de cabeza.
De viejo he pensado que las viudas no deben votar, o bien los partidos políticos no cuentan con su voto, pues el menosprecio a las viudas que ni salen en los programas electorales es flagrante. Con pensiones de 500, 600 euros la mayoría han de hacer encaje de bolillos para sobrevivir todo en las ciudades. Pero no parecen importar mucho a nadie, por no decir nada.

Una poco más arriba, al ladro de la Catedral un señor mayor tocaba la guitarra..


La ciudad es un millón de cosas decía Arribas Castro, y es cierto. Ayer, Barcelona desprendía los mil perfumes y mil colores de los que nos hablaba Serrat, una Barcelona, rebosante por cierto de turistas muchos de ellos orientales en un día radiante que no parecía de otoño. Y la ciudad estaba ayer viva, muy viva, maravillosamente y mediterráneamente viva.

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