¿Queda todavía en vosotros
mucho de chimpancé? - En algunos sí, sin duda... Pasad solamente una hora con ellos, os daréis cuenta rápidamente. En otros es menos evidente. En ese terreno, los hombres acusan diferencias y desigualdades considerables. De la monstruosidad al genio hay muchos grados. ¿Dónde estamos, dónde estáis vosotros entre esos dos extremos? ¿Más próximos de la bestia o del individuo genial? Difícil de responder. Tanto como que las partes animales y humanas parecen difíciles de separar claramente. ¿Dónde está el chimpancé? ¿Dónde el hombre? En ocasiones, ambas figuras parecen conocer una extraña imbricación...
Sin embargo, distinguimos lo que es común al babuino y al humano —al mono y al Papa-. Para hacerlo, podemos recurrir a las lecciones que da la fisiología (las razones del cuerpo) y la etología (la lógica de los comportamientos
humanos esclarecidos por los de los animales). Esas dos disciplinas informan sobre lo que, en cada uno de nosotros, procede y se deriva todavía de la bestia, a pesar de siglos de hominización (el hecho para el hombre de hacerse cada vez más humano) y de civilización.
¿Cuándo es un mono vuestro profesor? - La fisiología nos muestra la existencia de necesidades naturales comunes al chimpancé y al profesor de filosofía. Beber, comer y dormir se presentan como inevitables obligaciones impuestas por la naturaleza. Imposible sustraerse a ellas sin poner en peligro nuestra supervivencia. La necesidad de restablecer fuerzas por el alimento, la bebida y el sueño señala la identidad entre el cuerpo animal y el cuerpo humano. Los dos funcionan a partir de los mismos principios, como una máquina en combustión que exige repostar regularmente sus fuerzas para poder continuar existiendo.
De igual modo, la psicología muestra una necesidad sexual activa tanto
en el primate como en el hombre. Sin embargo, esa necesidad natural no es
indispensable para la supervivencia individual, sino para la de la especie.
Dejar de beber, de comer y de dormir pone en peligro la salud física de un
cuerpo. No tener sexualidad no merma en nada la salud física -no diremos lo
mismo de la psíquica-. Si el individuo no teme nada de la abstinencia sexual,
la humanidad arriesga con ella su supervivencia. La copulación de los
animales asegura la transmisión de la especie, la de los hombres, por otras
vías (el matrimonio, la familia monógama, la fidelidad presentada como una
virtud), persigue exactamente los mismos fines.
Por su parte, la etología enseña que existen comportamientos naturales
comunes a los animales y a los humanos. Muchas veces creemos que es la
conciencia, la voluntad, la libre elección lo que nos pone en movimiento.
Cuando, en realidad, casi siempre obedecemos a movimientos naturales. Así
ocurre en las relaciones violentas y agresivas que podemos tener con los
otros. En la naturaleza, los animales se matan unos a otros con el fin de
dividir el grupo en dominantes y dominados, adoptan posturas físicas de
dominación o de sumisión, combaten para gobernar territorios. Los hombres
hacen lo mismo... La maldad, la agresividad, las guerras, las relaciones
violentas se alimentan de las partes animales que hay en cada uno de nosotros.
Del mismo modo, el chimpancé y el seductor, en el fondo, se comportan
de manera idéntica en las relaciones sexuales. Solo la forma cambia. Así, el
mono recurre a la exhibición, muestra sus partes más saludables, sus dientes,
grita, danza, se consume en demostraciones que resaltan su valor, pone
los ojos como platos, desprende un rotundo olor, se pelea con los machos
deseosos de poseer la misma hembra que él, los disuade a través de una
mímica agresiva apropiada, etc. ¿Qué hace el donjuán que se viste, se perfuma, se engalana? Utiliza sus indiscutibles encantos (prestancia, coche descapotable, trajes de etiqueta, tarjeta de crédito y, en consecuencia, cuenta
bancaria), mira de arriba abajo o desprecia con la mirada a los hombres que
podrían pasar por sus rivales, hace regalos (ramos de flores, invitaciones a
cenar, joyas, fines de semana amorosos, vacaciones al sol, etc.). Al fin y al
cabo, dar una forma cultural a las pulsiones naturales destinadas a asegurar
la posesión de la hembra por parte del macho....
antimanual de filosofía
michel Onfray - PDF -
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