MI BARRIO


Desde la ventana de mi piso veo pasar la vida. Soy un observador escondido detrás de los rectángulos de hormigón que me separan del exterior. Es como una prisión invertida, un segundo piso que permite la visión global de mi entorno. Disfruto de una situación privilegiada que me permite tener todo controlado, escuchar las conversaciones de la gente, observarlos y coger palabras sueltas al viento, como si fuera una especie de voyeur de la vida que pasa debajo. Dos mujeres hace más de media hora que están charlando. Una le está explicando a la otra las desgracias de su hija: "Es que mi yerno es un caradura y un majadero. Y mira que la avisé a la niña, ten cuidado que no me gusta nada este chico, que yo tengo experiencia y se lo que me digo, pero ya sabes cómo es la juventud de hoy en día, se piensan que lo saben todo y no saben nada, ni te hacen caso, y mira ahora lo que le pasa. - y que lo digas Maria - asevera la otra con tono de complicidad. Finalmente y después de despedirse siete u ocho veces, las dos mujeres se van cada una a su casa. Mientras, pasa el Antonio que viene de comprar el periódico y como siempre charlando consigo mismo. me pregunto si le gustaría saber que le he hecho salir en un cuento que he escrito, o por el contrario si se sentiría ofendido, y me pregunto a mí mismo hasta qué punto un tiene derecho a contar la vida de los otros sin su consentimiento. Antonio es lo que ahora llaman un "border line", pero a mí me gusta mucho charlar con él, hablamos sobre todo de fútbol, ​​pues es un fanático del Sabadell. Ahora, cuando te paras a charlar con él, cogetelo con calma, pues empieza a hablar y nunca termina, pero es muy buena persona y no me cuesta nada darle conversación. A todo esto, los de la frutería del por otro lado de la calle están pintando el interior, han sacado las mesas y estanterías a la calle y quien más quien menos cuando pasa por delante echa un vistazo. El trapero de la pipa sube empujando su carretilla rebosante de desechos, mientras la pipa echa humo como si de una máquina de tren con un solo vagón se tratara. Un somier, un calentador y una multitud de chatarra variada es su botín. Todo aprovechable, eso si que es reciclar.  Miquel, vecino del primero, ha sacado al perro a hacer sus necesidades. Al mirar hacia arriba me ve y saluda, le devuelvo el saludo, mientras me abro una cerveza. Continuo contemplando mi entorno, es la vida que va y viene en sus pequeñas cuitas cotidianas.

Doy una par de sorbos a la cerveza cuando suena el teléfono, es Anna P. dice que no viene a comer, que comerá cualquier cosa al lado de la peluquería. Se lo digo a Nuri que me comenta que precisamente hoy había una comida de la que a ella le gusta. No te preocupes que no pasará hambre - le contesto. Mientras va pasando el tiempo y con él los pequeños acontecimientos, me siento con una especie de pequeño Dios controlador del espacio inferior, aunque de hecho, hacer de dios es fácil, se trata tan sólo de mirar y no hacer nada, no comprometerse en nada. Es un tipo de trabajo que no conlleva ninguna responsabilidad.
Mientras tanto, el sábado avanza lentamente y la vida lo hace también parsimoniosa siguiendo su cadencia. Levanto los ojos para comprobar si sale el sol de una puñetera vez mientras pido a gritos la dimisión de Mauri. Sol y calor, había dicho la noche antes y llevamos todo el día nublado y más bien hace fresco. En bajar la vista observo a la señora del perro viejo que está haciendo lo mismo que yo, pero desde un quinto piso y delante de mi casa. Me molesta, aún tiene más controlada la situación que yo, que ya no soy el único del barrio que vigila. Siempre hay alguien que está por encima de ti, que controla todo lo que tú controlas y además a ti mismo. Y es que todos somos actores permanentes, secundarios o protagonistas - depende del momento que nos corresponda - de este espectáculo extraño, fascinante y tedioso a la vez que es la vida.
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Esta es la pequeña historia de un barrio un sábado por la mañana. Un barrio la Creu Alta, dicha República independiente de la Creu Alta desde hace tiempo. Un barrio donde hay de todo, tenemos dos Farmacias, un Mercado, 11 bares, 9 de chinos, 1 de Bangladesh y uno que lo llevan catalanes y donde hay a la entrada libros encima de una mesa para intercambiarlos. Tenemos un Condis, el Día y el Supermercado Juma del Marino que tiene unos jamones ibéricos de la península que han ido bajando de precio y ahora están a 25€. Lavandería, tintorería, agencias de viajes, un todo a 100 muy grande, barbero del país y tres de marroquíes, 3 peluquerías e incluso una tienda de venta de petardos que el hijo de Anita, traspasada antes de tiempo está reformando. Tenemos también la librería de la Rosario donde hay de todo, y que es como una especie de atrium donde charlar distendido a primera hora de la mañana. Tenemos también una autoescuela debajo de casa, un asador, y algo más que seguro me dejo. Ah si! dos panaderias, una pastelería, y el sumsum corda que vende pan precocido ,gasolinera incluida, que también la tenemos cerca.
Me dejo el Parc Catalunya, el Corte Inglés o el Viena, pero esto es más eix Macià y aparte de ser una zona nueva, no lo siento del todo dentro de mi barrio. Este barrio donde habita gente variada, sobre todo gente mayor y que tiene su propio animador de calle, Agi que ahora ha vuelto de Senegal donde su padre esta ingresado y enfermo hace tiempo. Este barrio mío, que lo siento como mío, es mi Patria, mi país, y aquí todo está en calma, la gente hace su vida como siempre, ajena en su mayoría a los movimientos tectónicos que se están produciendo en el otro barrio. No ha aumentado el consumo de ansiolíticos, ni hay en general angustia ni desencanto, quizá porque la gente está por encima o por debajo de todos estos disturbios y va haciendo vía sin prisas, a la suya, más preocupada por sus pequeños problemas que nadie resuelto que por quienes mientras se dedican a hacer volar palomas no se en preocupan nada. Amo a mi barrio, quizá porque es el mio, sencillo, humilde, sin pretensiones, pero vivo, maravillosamente vivo.


sbd - 5.11.17


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