Es una economía en la que una reducida élite público-privada privatiza las ganancias y colectiviza las pérdidas, a través del BOE. elperiódico.com
Que financiar el desaguisado del almacén Castor nos cueste casi dos euros al mes en el recibo del gas durante 30 años puede parecer poco. Pero es mucho. Muchísimo. Es un precio sin contraprestación alguna. Y es el síntoma de un mal, de una dolencia de la economía española, que es grave.
Esta infraestructura fallida, que suma un rosario de despropósitos iniciados con el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y rematados con el de Mariano Rajoy, ha desembocado en una factura que nos costará (no lo duden, a pesar de la sentencia en contra del Tribunal Constitucional) 4.700 millones de euros.
Y todo ello para que la concesionaria en la que la ACS de Florentino Pérez tenía la mayoría del capital, recibiera una compensación de 1.350 millones de euros para que pagara en tiempo y forma a sus acreedores. Y eso sin que la instalación funcionara ni un solo día y tras provocar numerosos seísmos.
Pero solo un ejemplo más, como la moratoria nuclear, que costó a los ciudadanos 5.717 millones de euros durante 30 años en el recibo de la luz pagados a bancos y eléctricas.
Suma y sigue. Y lo que vendrá, como el rescate de las radiales de Madrid (no menos de 3.700 millones)... Huyan cuando escuchen que un rescate corre a cargo del sistema o de los Presupuestos ¿Quiénes financian si no una y otra cosa?
Es un modelo del que no se escapó ni ha escapado Catalunya, ni con los gobiernos de Jordi Pujol ni con algunos de los siguientes. Si no lean las condiciones de la adjudicación de Aigües Ter Llobregat (ATLL) en la etapa de Artur Mas, encallada en los tribunales, y con unas ventajas financieras para la adjudicataripre el argumento son las necesidades del Gobierno para hacer hospitales y carreteras. Y con ese pretexto se trasladan sin muchos miramientos las deudas y obligaciones a bancos y otras empresas; que, lógicamente, obtienen unas buenas contrapartidas. Es lo que tiene lo público, que es de todos, pero solo lo manejan unos cuantos. En realidad es una economía semipública o semiprivada --véanlo como quieran-- en la que se privatizan las ganancias para una élite; y se colectivizan las pérdidas, a través del BOE.
El riesgo y ventura que deben formar parte del ADN empresarial lo asumen los usuarios, las pymes y muchas empresas, pero no una reducida élite público-privada. Capitalismo de amiguetes le llaman algunos. Es un modelo económico híbrido que requiere cambios. O hacia lo público, con gestores eficientes y vocación de servicio; o hacia lo privado, con órganos reguladores y supervisores verdaderamente independientes, que no se guíen por la ideología, la afinidad o el interés particular sino por el general. Casi nada, pero casi todo.
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