Leo en el digital de eldiario.es, que un sindicato quiere que se prohiban los disfraces sexys de enfermera y otros. El sindicato mayoritario de la Enfermería ha pedido que se retiren de los centros comerciales. Una incautación masiva de batas desbocadas, faldas prietas y uniformes reventones. Una razia en busca de cualquier disfraz sanitario que pueda provocar calores morbosos en las frías noches de las carnestolendas. Atentan a la dignidad del colectivo, dicen, y oigo levantarse desasosegados a todos los colectivos que pueblan las fantasías lúdicas y eróticas de la humanidad entera. Los guerreros romanos, saliendo de sus tumbas.
No se ha quejado de momento la iglesia de los disfraces de monja o de cura con sotana, quizás porque ya estan acostumbrados o son más listosque los de enfermeia y saben que es mejor callar para no otorgar.

No saben que el Carnaval es transgresión. Un desenfreno previo a la penitencia muy propio del catolicismo en el que no pesa tanto lo que hagas sino los trabajos necesarios para obtener el perdón de lo hecho. En eso se basa el Carnaval justo antes de entrar en la Cuaresma que todo lo borrará con la penitencia, el ayuno y la abstinencia. Sobrarse antes de reprimirse. Y la transgresión permitía lo no imaginable. Y tan libre y desmadrada y crítica con el poder era que el 13 de enero de 1940, el BOE de Franco publicaba su absoluta prohibición.
Prohibir. Un verbo que quizá se conjugue en más tiempos y personas en español que en ningún otro idioma. El tiempo de la permisividad y el descontrol por antonomasia no podía escaparse de este retroceso generalizado de las libertades al que asistimos. Hemos visto cuestionar algo tan incuestionable como las letrillas del carnaval de Cádiz. Irreverentes, provocadoras, soeces o directamente faltonas. Es su naturaleza, independientemente de a quién rebanen la cabeza o a quién pongan en la picota y de si son machistas o blasfemas o impertinentes. Son.

En este insòlito país de prohibiciones, el gremio de los panaderos le ha pedido, nada más y nada menos que a la Real Academia de la Lengua, que “suprima” un refrán (pan con pan, comida de tontos). Nadie sabe cómo los insignes académicos hubieran podido acometer tal represión si rebanando lenguas o inspeccionando hogares y tabernas para interceptar cualquier atisbo de recurrir a un acervo cultural que nos pertenece a todos y que se ha considerado siempre un compendio de sabiduría popular. 
Un Juez acaba de prohibir la ideologia de la indepedencia preventiva, por si acaso pudiera o pudiese molestar. Aprendan pues sindicatos y gentes de orden a convivir con ese acto de irreverencia, desenfreno y de incomodidad que les volverá inmensamente humanos y dejen a las gentes que se disfracen y gocen y fantaseen con lo que deseen, que sólo es un dia al año, y como dice el refrán, no hace daño, i así al menos sabremos que aún no estamos sometidos del todo al imperio de la ley, aunque sólo sea por un día, y conste que a servidor que ya va disfrazado cada dia del año, el Carnaval se la trae floja y pendulante.