Cuentan que en una junta de accionistas de telefónica, Cesar Alierta enseñó su móvil de la época del Pleistoceno: este es mi móvil, puedo llamar, recibir llamadas y enviar algún SMS, y ya tengo bastante, y no entiendo como todos ustedes con estos Smartphone que hacen de todo incluso llamar y recibir llamadas y que lo saben todo de ustedes mientras pagan las jugosas tarifas que les factura nuestra compañía.
Ayer por la mañana, salí con la bici como siempre si no llueve o hace mucho frío, el móvil lo llevo en el bolsillo, sólo para escuchar la radio (los homínidos debemos estar pegados a una cosa u otra y yo lo estoy de la radio), con los cascos escucho Rac1 o música. Si no salgo con la bici, no cojo el móvil, no lo necesito, me compré un reloj en el mercadillo por 20 euros que hace las veces de móvil, por lo que es su función principal, llamar y recibir llamadas puntuales y concretas.
Decía un tertuliano en el summum de la tointeria que habria disfrutado si de jovencito hubiera tenido un móvil para poder charlar y quedar con los amigos. Virgen santa, toda una vida y este señor opinador no ha entendido nada, y además no lo sabe, y se refugia en Jorge Manrique para acusar a los demás de no entender nada. Ya sabemos que cualquier tiempo pasado fue peor, o tal vez, ahora ya no. Hay demasiados nomofóbicos deambulando por la calle. El móvil no nos hace más felices, más bien nos hace más esclavos de él y bastante más idiotas.
Con el móvil, como ocurre con cualquier herramienta de las nuevas tecnologías, el problema no es el útil en sí, sino el mal uso que hacemos de él, como ocurre con la Televisión, Twitter, Facebook, Instagram u otras sistemas de mensajería. Todos están bien y son herramientas útiles si se en sabe hacer el uso adecuado, pero ya se cuidan los que velan por nosotros de contaminarnos por sus intereses, ayudándonos a hacer un mal y exagerado uso.
Sucede algo terrible a día de hoy, la intimidad ha desaparecido, la gente cuelga en instagram su vida, como si se tratara de un reality, y no saben que más bien están en un show como el de Truman. Allá donde vayas, algúna cámara o alguien con el móvil están capturando tu imagen, impunemente, y no os digo ya si se trata de alguien conocido o famosillo, que no puede ir a ningún Restaurante o lugar público sin ser acosado y filmado.
La consecuencia es, aparte de la pérdida de la intimidad, de la pérdida también de libertad, y además no hay nada que hacer, no se puede prohibir a la gente que se pase el santo día retratándolo o filmándolo todo, o tecleando compulsivamente (smombies), y no sirve de nada que uno salga de casa el móvil para ir más tranquilo y relajado, los otros no hacen lo mismo. El móvil, su adicción (nomofobia) priva a los homínidos y homínidas de la más importante y maravillosa de todas las artes, el arte de distraerse, de ensimismarse distraído al pasear.
Ayer por la mañana, salí con la bici como siempre si no llueve o hace mucho frío, el móvil lo llevo en el bolsillo, sólo para escuchar la radio (los homínidos debemos estar pegados a una cosa u otra y yo lo estoy de la radio), con los cascos escucho Rac1 o música. Si no salgo con la bici, no cojo el móvil, no lo necesito, me compré un reloj en el mercadillo por 20 euros que hace las veces de móvil, por lo que es su función principal, llamar y recibir llamadas puntuales y concretas.
Decía un tertuliano en el summum de la tointeria que habria disfrutado si de jovencito hubiera tenido un móvil para poder charlar y quedar con los amigos. Virgen santa, toda una vida y este señor opinador no ha entendido nada, y además no lo sabe, y se refugia en Jorge Manrique para acusar a los demás de no entender nada. Ya sabemos que cualquier tiempo pasado fue peor, o tal vez, ahora ya no. Hay demasiados nomofóbicos deambulando por la calle. El móvil no nos hace más felices, más bien nos hace más esclavos de él y bastante más idiotas.
Con el móvil, como ocurre con cualquier herramienta de las nuevas tecnologías, el problema no es el útil en sí, sino el mal uso que hacemos de él, como ocurre con la Televisión, Twitter, Facebook, Instagram u otras sistemas de mensajería. Todos están bien y son herramientas útiles si se en sabe hacer el uso adecuado, pero ya se cuidan los que velan por nosotros de contaminarnos por sus intereses, ayudándonos a hacer un mal y exagerado uso.
Sucede algo terrible a día de hoy, la intimidad ha desaparecido, la gente cuelga en instagram su vida, como si se tratara de un reality, y no saben que más bien están en un show como el de Truman. Allá donde vayas, algúna cámara o alguien con el móvil están capturando tu imagen, impunemente, y no os digo ya si se trata de alguien conocido o famosillo, que no puede ir a ningún Restaurante o lugar público sin ser acosado y filmado.
La consecuencia es, aparte de la pérdida de la intimidad, de la pérdida también de libertad, y además no hay nada que hacer, no se puede prohibir a la gente que se pase el santo día retratándolo o filmándolo todo, o tecleando compulsivamente (smombies), y no sirve de nada que uno salga de casa el móvil para ir más tranquilo y relajado, los otros no hacen lo mismo. El móvil, su adicción (nomofobia) priva a los homínidos y homínidas de la más importante y maravillosa de todas las artes, el arte de distraerse, de ensimismarse distraído al pasear.
Zigmun Bauman decía sobre la soledad de los que están conectados: "Los móviles ayudan a estar conectados a los que están a distancia. Los móviles permiten a los que se conectan... mantenerse a distancia."Que lejos queda en el tiempo de cuando se tenía que pedir conferencia para hablar por teléfono con alguien.
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