En la deliciosa película de Leticia Dolera 'Requisitos para ser una persona normal' la protagonista Maria de las Montañas, que interpreta la misma Dolera, se compra tres libros de autoayuda. Dicen que las ventas de los libros de autoayuda llegan hasta el 30% en algunos países. Autores, editores, libreros y en general la industria del libro no pueden decir que no les sirvan de ayuda. Ahora bien, desde el punto de vista del destinatario final, el consumidor lector de este tipo de libros, la respuesta no es tan clara.
Uno de los aspectos más curiosos es que aunque se presenten en diferentes estilos, como en un listado de consejos, ilustrados con parábolas o historias, y aunque se adapten a la evolución social y sus modos, todos acaban diciendo más o menos lo mismo, unas cuantas obviedades que si hubieras escuchado y hecho caso a los consejos de tu madre o la abuela y los hubieses puesto en práctica y no te haría falta ningún libro de autoayuda.
De hecho, no deja de ser curioso si se dicen de autoayuda, no necesitas el libro, y si todos dicen más o menos lo mismo aunque de diferentes maneras, ¿por qué continúan vendiéndose?. Tal como decía Huxley "No hay mayor negocio que vender a gente desesperada un producto que les asegure eliminar esta desesperación", bien lo saben los políticos populistas.
En una sociedad mercantilizada como la de nuestra sociedad, la ideología dominante no quiere admitir la infelicidad de las personas: en la sociedad de consumo, el responsable último de tu felicidad, eres tú y nadie más. Asumir que quizás la sociedad, sus exigencias, paradigmas de éxito, etc. tengan algo que ver con no ser felices está mal visto. Por fortuna este pecado no lleva ni a la cárcel ni a un hospital psiquiátrico. De hecho, no es menos importante, habrá gastado dinero y contribuido al lucro final que este sí es el fin último del sistema, beneficiando al autor del libro de autoayuda y no a uno mismo, y es que quizás debería de entender que hay que renunciar a las soluciones rápidas y admitir que no existe ni el libro ni el soma de la felicidad.
Que quizás en vez de leer libros de autoayuda, habria que leerlos de  ficción, o simplemente fijarse en cómo funciona el hecho de vivir, no seria una idea descabellada. Quizás podemos aprender de los de los personajes de ficción, de sus éxitos o de sus fracasos, pero en el fondo la solución la tenemos dentro de nosotros, se llama sentido común.
Con los libros de autoayuda pasa como con las franquicias, sólo ayudan a los autores y a los franquiciadores, no a los lectores ni a los franquiciados. En el fondo y volviendo al tema de la lectura de libros, vuelvo a Huxley y a el mundo feliz: No se consume gran cosa cuando alguien se pasa las horas muertas leyendo libros.