Millones de cámaras y un carnet por puntos distinguirán al buen ciudadano del malo. El Gobierno chino ha empezado a poner en marcha las primeras fases de su carnet por puntos de buen ciudadano. Desde el pasado 1 de mayo, a las personas que hayan cometido o cometan actos como difundir información falsa sobre terrorismo, causado problemas en vuelos, usado billetes de transporte caducados o fumado en trenes –según dos comunicados publicados el viernes en el sitio web de la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma– se les prohibirá usar trenes y aviones durante un año.
Estas medidas son sólo el primer paso del plan del presidente Xi Jinping para construir un sistema de puntuación de buenos y malos ciudadanos a gran escala, basado en los hábitos sociales, de consumo, amistades y cumplimiento de los deberes económicos. La intención es que este sistema esté plenamente implementado en el 2020.
A partir de esa fecha, las puntuaciones influirán en la capacidad para alquilar una vivienda, obtener un seguro o un préstamo e incluso beneficios de la sanidad pública. Los ciudadanos con puntuaciones bajas tampoco serán contratados para determinados empleos y tendrán restringida la matrícula de sus hijos en escuelas privadas. Tal y como establecen los planes del Gobierno chino, este sistema de crédito social “permitirá que las personas de confianza vayan por todas partes bajo el cielo y dificultará que los desacreditados den un solo paso”. Del mismo modo, las personas con mala nota tendrán velocidades de internet más lentas, acceso restringido a lugares de ocio y la eliminación del derecho a viajar libremente, que es lo que ahora ya se aplica.
También se verán afectados por las restricciones que entraron en vigor el 1 de mayo aquellos que hayan cometido infracciones financieras, como los empresarios que no paguen el seguro social de sus trabajadores, las personas que no abonen las multas y también las que ofrezcan disculpas poco sinceras.
Ya había indicios de que estas medidas se aplicaban ya que, a principios del 2017, el Tribunal Popular Supremo dijo que a 6,15 millones de ciudadanos chinos se les había prohibido coger vuelos “por delitos sociales”. Según recoge Human Rights Watch, en el 2013 un abogado defendió a un hombre acusado de violación y entregó una copia de su alegato a la familia del hombre que la publicó en internet. La presunta víctima demandó al letrado por difamación y ganó. En el 2015, un tribunal de Pekín obligó al abogado a disculparse. Él mandó al tribunal una disculpa por escrito. Había olvidado el incidente hasta que se encontró en la lista negra. Se enteró de que el tribunal había considerado su disculpa “poco sincera”.
Las primeras noticias sobre este proyecto llegaron en junio del 2014, cuando el Consejo de Estado de China publicó un documento que contenía la idea de una puntuación de confianza que calificara a los ciudadanos. La intención del Gobierno chino –según se desprendía de ese informe– es que el crédito social sirva como una forma de medir y mejorar la “confianza” a escala nacional y para construir una cultura de la “sinceridad”. La esperanza es que “se cree la opinión de que mantener la confianza es glorioso” ya que esto “fortalecerá la sinceridad en los asuntos gubernamentales, la sinceridad comercial, la sinceridad social y la construcción de la credibilidad judicial”.
Y en un paso más, en septiembre del 2016, la Oficina General del Consejo de Estado estableció el principio básico del crédito social: “Si la confianza se rompe en un lugar, las restricciones se imponen en todas partes”. Establecer este carnet por puntos que quiere ser el crédito social puede parecer una quimera en un país con 1.300 millones de habitantes, pero las autoridades chinas cuentan con tres poderosos aliados. Por un lado, los 180 millones de cámaras de vigilancia que hay instaladas en todo el país –20 millones de ellas, dotadas con inteligencia artificial–, que controlan todo lo que sucede y lo que hacen sus ciudadanos. Por otro, un férreo control sobre internet y las redes sociales, que les permite saber qué publica y qué ve cada uno de los internautas del país asiático. Por último, el Gobierno chino ha dado permiso a ocho empresas privadas para que empiecen a desarrollar sus propios sistemas y algoritmos para puntuar a sus clientes y ofrecer “recompensas” a aquellos que obtengan mejores puntuaciones. Se trata, por ejemplo, de compañías de servicios financieros que ofrecen créditos al consumo y a pequeñas y medianas empresas, compañías de seguros, en todos los casos propiedad de las dos grandes tecnológicas chinas, Tencent –propietaria de la aplicación WeChat, con más de 850 millones de usuarios– y Alibaba.
Por poner un ejemplo, Sesame Credit –propiedad de Alibaba– otorga una puntuación a sus clientes en función de cinco criterios: si pagan sus facturas a tiempo, si cumplen con sus obligaciones financieras, características personales, sus hábitos de consumo y las relaciones interpersonales. A aquellos que obtienen 600 puntos, Sesame Credit les da acceso a préstamos para comprar en Alibaba; si se alcanzan los 650 puntos se puede alquilar un coche sin dejar depósito; 700 puntos dan derecho a poder viajar a Singapur sin tener que aportar determinados documentos, y los que obtienen 750 puntos pueden obtener con más rapidez un visado para viajar a Europa.
Se me ocurre aquello de las barbas del vecino, y me parece que ya podemos poner las nuestras a remojar, es el futuro que nos espera, el mundo feliz, ¡oh qué maravilla! vivir en un país donde haya gente así, todos amaremos al gran hermano. El gran hermano te enseña, el gran hermano entretiene, el gran hermano previene, y yo te digo contento, hasta la mierda de mundo que viene.
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