MANI PULITE


En condiciones normales la condena al Partido Popular por la trama Gürtel debería tener consecuencias directas en la supervivencia del partido. No es porque tenga decenas de dirigentes implicados en corrupción, no es porque el 80 por ciento de ministros de Aznar estén salpicados en casos diversos, es que los jueces han sentenciado que el partido, todo él como entidad jurídico-política, se benefició ilícitamente de la red de pagos y comisiones dirigida por Francisco Correa. Por si esto es poco, el tribunal dice que no se ha creído las declaraciones exculpatorias de Mariano Rajoy (Pocas horas le ha durado la alegría al presidente del Gobierno por el apoyo del PNV a los presupuestos.)

«El PP ha sido condenado, pero los otros partidos tradicionales del régimen no pueden mirarlo con complacencia y distancia» - Manel Lucas. 

La condena del PP es el hecho más trascendente de la sentencia, más que los 33 años a Bárcenas o la pena a Ana Mato por el uso ilícito del confeti y los globos. Es toda una organización del sistema político que es acusada de haber recibido dinero ilegalmente. Además, la que gobierna. El partido presentará recurso, pero en el imaginario colectivo ha quedado manchado irremisiblemente; entre otras cosas, porque el veredicto del tribunal no hace más que dar carta de realidad jurídica a lo que era ya convicción pública. Me atrevería a decir que la Gürtel es un golpe al sistema político español vigente tan decisivo como el proceso catalán.
El PP ha sido condenado, pero los otros partidos tradicionales del régimen no pueden mirarlo con complacencia y distancia. El PSOE ya se hundió en los años 90 por escándalos como la trama Filesa-Malesa-Time Export y la corrupción de dos de los hombres que representaban dos de los pilares básicos del sistema, Mariano Rubio (Banco de España) y Luis Roldán (Guardia civil). Se rehizo renovando dirigentes, pero ahora tiene en el banquillo una parte importante de su federación clave, la andaluza. No queda claro cómo se saldrá. Y Convergencia, que en los años dorados de la post-transición jugaba el papel de bisagra, se ha cambiado de nombre y ha anunciado una refundación para disimular la trama de comisiones del 3 por ciento y la mancha de Jordi Pujol y la familia.

En los años 90, la operación "Mani Pulite" Manos limpias- puso de relieve la degradación del sistema político italiano, y terminó aniquilando, principalmente, dos de las fuerzas clave del panorama, la Democracia Cristiana y el Partido Socialista; el líder de los primeros, Guiulio Andreotti, pasó de hombre fuerte del país miembro destacado de organización mafiosa, y el líder socialista, Bettino Craxi, huyó a Túnez. La sensación que da la política española hoy se parece mucho a la de aquella Italia donde caían las columnas que habían sostenido el juego político desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
¿Qué pasó entonces a Italia? Qué fuerza política ocupó el espacio que dejaban los dos partidos implosionats? (El socialismo italiano no representaba, como en España, la opción mayoritaria de izquierda en un hipotético turno de partidos; era más bien un aliado habitual de la derecha, por oposición al Partido Comunista, más fuerte y mayoritario en el espacio zurdo) Pues un partido de nueva creación, Forza Italia, formado por personalidades de segundo nivel de los partidos anteriores y por gente proveniente de fuera de la política, bajo el liderazgo de un empresario que no era ni mucho menos ajeno a la trama que había provocado la crisis: Silvio Berlusconi. Que gobernó con el apoyo de un partido xenófobo, la Liga Norte, y los herederos de Mussolini, Aleanza Nazionale. Es decir, a la política clásica, envejecida y degradada, la sustituyeron el populismo conservador y algunas formas tenebrosas y primarias de la derecha que parecían superadas. Veremos que pasa aquí pero me temo que vamos por el mismo mal camino.

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