YA ERA HORA Y TRES CUENTOS MÁS


YA ERA HORA - Mientras caminaban sólo discutían. Pero de repente se detuvieron al borde de un río y comenzaron a pegarse. Repentinamente apareció una navaja y los rayos del sol se reflejaron en la hoja e hicieron ratita en el tronco de un árbol. La herramienta, guiada por un gesto rapidísimo, se clavó en el pecho de uno de los contendientes, y brotó un chorro de sangre que formó un sendero en zigzag y fue a parar al agua.
Un pescador que lo miraba soltó la caña y aplaudió frenéticamente.
-¿Qué haces, bárbaro? Esto es una desgracia -le riñó un compañero de afición.
-Lo sé. Pero también es un evento -replicó entusiasta espectador-. Fíjate que este es uno de los pocos casos, con respecto a dichos y hechos, en el que la sangre sí ha llegado al río.

LA ANTIGUA SABIDURÍA - Mi abuela, la materna, era una persona muy serena, muy efectiva (en el buen sentido de la palabra).
Una vez, mientras tejía un jersey para el tío Manuel, le dijeron que dentro de una hora y media la iría a ver el notario, para tratar de las complicaciones de un testamento. Y ella, sin levantar la mirada, respondió:
-Pídele que venga mañana. Lo que ahora me preocupa no es la hora, sino la media.

POR SI ALGUIEN ME ESCUCHA - Un día, sólo para probar qué pasaba, con un espíritu alocado de aventura, atravesé una calle con el semáforo en rojo. !No se lo aconsejaría a nadie! No sólo me atropellaron dos vehículos al mismo tiempo, sino que tuve que aguantar unos insultos de aquellos que dejan toda la familia en entredicho.
Ahora, con la lección aprendida, conduzco la silla de ruedas con un respeto absoluto a las reglas de tráfico.

PALABRAS DEFINITIVAS - Tú crees en las palabras definitivas?
-¿Qué quieres decir?
-Quiero decir cuando se llega en ese momento solemne en el que uno de los miembros de la pareja declara al otro: «Ahora es la hora de hablar de lo que me he callado siempre!».
Los dos amigos se quedaron silenciosos, hasta que uno de ellos reanudó la conversación:
-No. No creo. Callar no esTÁ nunca de más, sobre todo a medida que ponemos años. Si alguien se ha aguantado hasta «entonces», es una imprudencia jugárselo todo en una de las cartas de la conversación ...
-Y entonces? ¿Qué harías tú?
-Si la cosa fuera tan grave, me iría sin dar portazos. Y sabes por qué?
-No.
-Pues porque me daría mucho miedo tener que escuchar lo que el otro, con toda seguridad, también callaba.


Pere Calders
cuentos breves


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