"¿Qué hacer?". Como el título de un conocido tratado de Lenin la política catalana y en especial el soberanismo, andan buscando un norte, una salida, un relato. Sí, oficialmente se trata de ir (o de seguir yendo) hacia la construcción de la república catalana tras la proclamación del Estado propio del pasado mes de octubre. Pero a nadie se le escapa que tras la dura represión sufrida por los dirigentes del Govern y del independentismo y ante el nuevo Gobierno socialista en Madrid, no cabe si no hacer otros plantamientos. Esto es, al menos, lo que reclama una mayoría de catalanes, según el sondeo de GESOP para EL PERIÓDICO

En efecto, el 62 por ciento de los consultados, a la pregunta de "¿Qué ha de hacer Catalunya?" responden que debe negociar una mejora del autogobierno con el Estado. Son muchos menos, el 21,5%, los que prefieren buscar la independencia para construir una nueva república. De hecho volvemos al punto de partida, en más de una ocasión comenté en este mismo blog que el independentismo real era un 20/25%, que el resto hasta un 48% era un independentismo emocional producto de la crisis y de la ceguera y cerrazón del Pp.
Así pues, Torra va a Madrid a abrir una nueva etapa. A escuchar. A plantear que las reuniones con Sánchez y entre gobiernos sean algo periódico. A empezar el deshielo tras años de incomunicación. Uno de los gestos que ha hecho esta semana el Govern ha sido el de nombrar a sus representantes en las distintas comisiones bilaterales entre el Estado y la Generalitat, para que estas se reactiven y aborden las cuestiones sectoriales pendientes, en especial las referidas a financiación, infraestructuras y recuperación de leyes sociales del Parlament cercenadas por el Tribunal Constitucional (TC).
Torra agradece que Sánchez acepte hablar de todo, y lo contrapone a la actitud de Rajoy respecto a Puigdemont. Es cierto que no ha gustado en Palau que el Gobierno lleve al TC la moción secesionista aprobada este jueves en el Parlament, a instancias de la CUP, que ratifica la resolución del 9-N del 2015 por la que se iniciaba el proceso secesionista y se decidía desobedecer las decisiones del TC (algo que nunca ha sucedido, porque el Govern ha seguido llevando cuestiones conflictivas al TC, asumiendo 'de facto' su autoridad). No ha gustado la decisión del Consejo de Ministros, pero en ningún caso se ha hecho de ello un incendio previo a la cita de este lunes.
El 'president', además, ha elogiado en el Parlament esta semana no solo la moción rupturista de la CUP, sino otra del PSC en favor de abrir en Catalunya un proceso de diálogo entre todos los partidos para buscar grandes consensos. Otra muestra, por parte de Torra, de que se tiende la mano a un proceso de diálogo interior y exterior que en ningún caso generará frutos inmediatos. Que se alargará en el tiempo. Es un vivo ejemplo de que en los cuarteles centrales del independentismo se prepara una nueva etapa, alejada de decisiones impulsivas o desafíos inmediatos a la legalidad española.

Esta actitud convive, con cierta dificultad, con la parte del independentismo que sigue exigiendo la puesta en práctica efectiva de la república catalana. Es lo que reclama por ejemplo la Assemblea Nacional Catalana (ANC) el sector crítico del PDECat a su actual dirección, a la que acusan de querer llevar al partido a los caminos de siempre del nacionalismo convergente. "No estamos para negociar traspasos de competencias, para hacer lo de siempre, más de lo mismo", espeta una dirigente territorial crítica con la cúpula que lidera Marta Pascal.

Con estos mimbres, Torra previsiblemente hará encaje de bolillos en Madrid. Evitará un excesivo triunfalismo (existen políticos presos, exiliados, juicios pendientes, y el 1 de octubre todavía está muy presente en el independentismo) y marcará distancias, mantendrá el pulso en favor de la independencia de Catalunya, pero no desdeñará la puerta abierta a un proceso de diálogo que le pueda ofrecer Sánchez, o a que las comisiones bilaterales vayan avanzando en asuntos encallados, o en cuestiones de gran simbolismo como la superacion de la simbología y los vestigios del franquismo en el conjunto del Estado.