Erica no es un juguete ni un experimento curioso, es un nuevo concepto de transporte urbano que encaja de lleno en lo que debería ser la movilidad en una ciudad 2.0 del siglo XXI. Del mismo modo que cuando empezaron a circular los primeros automóviles, la mayoría les auguraba poco futuro y más bien considera que era un capricho de unos cuantos, como ocurrió también con la aviación, ahora veo el mismo escepticismo con Erica, es lo de siempre, mirar el dedo en vez de la Luna, no saber ver un poco más allá hacia donde va el progreso, que en este caso, lo veo imparable y cercano.
Durante el breve trayecto de prueba y a una velocidad de 18 km/h resulta muy útil conversar con José Triano, jefe de operaciones de Transdev, empresa francesa de sistemas de transporte autónomo, capaz de explicar muy gráficamente las especificidades de Erica. La gran aportación de este sistema de transporte es la capacidad de ofrecer trayectos a demanda y puerta a puerta: el usuario, a través de una aplicación móvil, podría solicitar transporte compartido con otros usuarios. Por este motivo, la capacidad del bus es pequeña: seis viajeros sentados y seis de derechos. El usuario que tuviera que hacer el trayecto más largo en ningún caso debería recibir una penalización superior a los dos minutos por el efecto de las paradas solicitadas por sus compañeros de viaje. Así pues, Erica está pensado para no tener ni línea fija, ni horario fijo, ni paradas fijas.
En cuanto a la seguridad, Triano concreta que ahora mismo el servicio está en un estadio similar al del principio de los ascensores, o sea, con acompañante. Cuando esté más perfeccionado, el simple cierre de las puertas implicará la puesta en movimiento del vehículo. Un sistema de sensores y GPS vela por el correcto funcionamiento, que pasa, claro, para evitar colisiones y sustos. Una dimisión en 1875 sería un buen ejemplo de esta incredulidad que hay hacia Erica.
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