El año pasado 81 reporter@s perdieron la vida en países como México, Afganistán, Irak o Siria, donde los carteles de la droga, el terrorismo o la guerra intentan acallar a los informadores. Pero Khashoggi fue asesinado en el consulado de su país en Estambul, donde iba a buscar un documento para poder contraer matrimonio con su prometida turca. En principio, una sede diplomática debería ser un lugar seguro, pero ya se ha visto y comprobado que no. La complicidad de las autoridades saudíes resulta evidente, aunque la cúpula del Estado intenta que un general cargue con el muerto, como si fuera una ocurrencia repentina del militar, cuando participaron numerosos miembros del servicio secreto, incluido un forense que recomendó al resto de la tropa que escucharan música mientras procedía con la sierra al cruel despiece del periodista.
Jamal Khashoggi,
Incluso Donald Trump, que no es hombre acostumbrado a la finezza dijo ayer: "la operación fue un completo fiasco desde el primer día: su concepto original fue muy malo, lo pusieron en práctica de forma peor y el encubrimiento ha resultado el más nefasto en la historia ".
En este sentido los británicos son más cuidadosos con sus crímenes de Estado, no así los rusos que se cargan a los que les molesta sin complejos y sin que nadie les recrimine sus crímenes, y si no, que sólo hay que recordar el asesinato de Anna Politkóvskaia, y de unos cuantos periodistas más, (52 desde 1992)  o el caso de envenenamiento de Litvinenko.
El asesinato de Kashoggi más que de un periodista ha sido el de un opositor crítico con las autoridades saudíes, y se le ha dado más importancia quizá por cómo murió, o cómo fue asesinado, mientras que los 81 reporter@s que perdieron la vida el año pasado, no merecieron ninguna atención, murieron en el más absoluto anonimato. Se suele decir cuando asesinan a un periodista que han matado al mensajero, en el caso Kashoggi debería decirse: Matar al crítico molesto.