Estoy casi convencido de que nunca estoy despierto. No sé si no sueño cuando vivo, si no vivo cuando sueño, o si el sueño y la vida no son en mí cosas mixtas, intersecadas, de las que mi ser consciente se forme por interpenetración.
A veces, en plena vida activa, en que, evidentemente, me siento tan claramente como todos los demás, viene a mi suposición una sensación extraña de duda; no sé si existo, siento mi posible ser un sueño ajeno, se me figura, casi carnalmente, que podré ser un personaje de una novela, moviéndome, en las ondas largas de un estilo, en la verdad hecha de una gran narración.
He reparado, muchas veces, en que ciertos personajes de novela adquieren para nosotros un relieve que nunca podrían conseguir quienes son nuestros conocidos y amigos, quienes hablan con nosotros y nos oyen, en la vida visible y real. Y esto me hace soñar la pregunta de si no será todo, en este total del mundo, una serie entre-insertada de sueños y novelas, como cajitas dentro de cajitas mayores —unas dentro de otras y estas en más—, siendo todo una historia con historias, como Las mil y una noches, sucediendo falsa en la noche eterna.
Si pienso, todo me parece absurdo; si siento, todo me parece extraño; si quiero, el que quiere es algo que hay en mí. Siempre que en mí hay acción, reconozco que no he sido yo. Si sueño, parece que me escriben. Si siento, parece que me pintan. Si quiero, parece que me ponen en un vehículo, como a la mercancía que se envía, y que avanza con un movimiento que me parece propio hacia donde no quise que fuese sino después de estar allí.
¡Qué confusión es todo! ¡Cuánto mejor es ver que pensar, y leer que escribir!. Lo que veo, puede ser que me engañe, pero no lo creo mío. Lo que leo, puede ser que me pese, pero no me perturba haberlo escrito. ¡Cómo duele todo si lo pensamos como consciente de pensar, como seres espirituales en quien se ha dado ese segundo desdoblamiento de la conciencia mediante el cual sabemos que sabemos! Aunque el día esté lindísimo, no puedo dejar de pensar así... Pensar o sentir, ¿o qué tercera cosa entre los escenarios puestos aparte? Tedios del crepúsculo y del desaliño, abanicos cerrados, cansancio de haber tenido que vivir...
Fernando Pessoa
Cansancio de haber tenido que vivir...»
El libro del desasosiego
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