Cuarenta nueve personas asesinadas a tiros por pertenecer a una misma comunidad, y más de cincuenta heridos. Unos ataques retransmitidos en directo en redes sociales con las cámaras que llevaban los terroristas. Personas corriendo aterrorizadas, heridos, familiares que desconocen donde han quedado sus allegados, terroristas huyendo. ¿Le es familiar la descripción?. Si pero a la inversa, dado no estamos ante un ataque terrorista de Isis. Los ataques han ocurrido en dos mezquitas durante la oración del viernes, y las víctimas son musulmanes, los atacantes, hombres blancos, y ha pasado en nuestras antípodas: la pequeña y desconocida Nueva Zelanda. País tranquilo y sin grandes alborotos políticos, a remolque en muchos temas de Australia, donde se supone que es el ultimo lugar del planeta donde se podía producir una desgracia así.
Si bien los casos personales de radicalización extragrupo siguen siendo imposibles de evitar, este ataque pone de manifiesto una vez más que centrar el foco de estudio en una sola tipología de terrorismo, la llamada yihadista, es equivocado, simplista y estigmatiza. Las radicalizaciones no responden realmente a una ideología concreta. La ideología es la excusa, la narrativa, el mensaje instrumentalizado para agrupar y cohesionar individuos alrededor de una causa que, a menudo, sólo representa los intereses personales de los líderes, no de los que sirven de peones. Según el atacante, se radicalizó al ver la cantidad de inmigración que había en Francia en un viaje que hizo el año pasado.
De hecho, salvo que es a la inversa, no hay nada nuevo en este ataque en Nueva Zelanda en cuanto al desarrollo, las armas o la manera de actuar, a no ser que los terroristas de Christchurch han añadido medios al retransmitir en directo los tiroteos de la masacre. Y es que todos somos potenciales víctimas de estos ataques en cualquier lugar, las radicalizaciones no entienden de credos, orígenes o religiones. Los motivos son variados y a menudo alimentados por intereses mayores, que no pueden controlar ni los Gobiernos ni la ciudadanía.
Como suele suceder en estos casos, las autoridades de Nueva Zelanda se han apresurado a prohibir las armas semi automáticas, lo han hecho a sangre calientes (la peor manera de legislar) y la primera ministra, Jacinta Ardern, calificó el ataque de atentado terrorista con una "violencia sin precedentes". Todo de manual, incluso Salvini ha condenado a su manera los ataques terroristas.
La pregunta que supongo se hace todo el mundo es, ¿que puede llevar a un chico de 28 años, aparentemente normal a cometer una barbarie como esta?. No lo sabemos, pero lo podemos intuir, de hecho no es nuevo, sólo que ahora tenemos la difusión en directo de la barbarie, como si se tratara de un videjuego más, pero aquí la sangre y los muertos son reales, esta es la diferencia, una diferencia que quizás los que tenemos una cierta edad lo tenemos muy claro, pero los más jóvenes no se si lo tienen tanto, y los atacantes de Christchurch eran jóvenes, asquerosamente jóvenes.
Si bien los casos personales de radicalización extragrupo siguen siendo imposibles de evitar, este ataque pone de manifiesto una vez más que centrar el foco de estudio en una sola tipología de terrorismo, la llamada yihadista, es equivocado, simplista y estigmatiza. Las radicalizaciones no responden realmente a una ideología concreta. La ideología es la excusa, la narrativa, el mensaje instrumentalizado para agrupar y cohesionar individuos alrededor de una causa que, a menudo, sólo representa los intereses personales de los líderes, no de los que sirven de peones. Según el atacante, se radicalizó al ver la cantidad de inmigración que había en Francia en un viaje que hizo el año pasado.
De hecho, salvo que es a la inversa, no hay nada nuevo en este ataque en Nueva Zelanda en cuanto al desarrollo, las armas o la manera de actuar, a no ser que los terroristas de Christchurch han añadido medios al retransmitir en directo los tiroteos de la masacre. Y es que todos somos potenciales víctimas de estos ataques en cualquier lugar, las radicalizaciones no entienden de credos, orígenes o religiones. Los motivos son variados y a menudo alimentados por intereses mayores, que no pueden controlar ni los Gobiernos ni la ciudadanía.
Como suele suceder en estos casos, las autoridades de Nueva Zelanda se han apresurado a prohibir las armas semi automáticas, lo han hecho a sangre calientes (la peor manera de legislar) y la primera ministra, Jacinta Ardern, calificó el ataque de atentado terrorista con una "violencia sin precedentes". Todo de manual, incluso Salvini ha condenado a su manera los ataques terroristas.
La pregunta que supongo se hace todo el mundo es, ¿que puede llevar a un chico de 28 años, aparentemente normal a cometer una barbarie como esta?. No lo sabemos, pero lo podemos intuir, de hecho no es nuevo, sólo que ahora tenemos la difusión en directo de la barbarie, como si se tratara de un videjuego más, pero aquí la sangre y los muertos son reales, esta es la diferencia, una diferencia que quizás los que tenemos una cierta edad lo tenemos muy claro, pero los más jóvenes no se si lo tienen tanto, y los atacantes de Christchurch eran jóvenes, asquerosamente jóvenes.
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