El Estado español ha sido siempre el máximo instrumento del nacionalismo españolista, vehiculado por la Monarquía Borbónica. Esta visión uninacional es también dominante en la intelectualidad española. Y es tan poderosa y tan generalizada que los autores que la reproducen ni siquiera son conscientes de ello. Es característico de cualquier discurso dominante discriminatorio que lo que lo reproduce ni se dé cuenta de ello. En una cultura machista, por ejemplo, las expresiones machistas que se utilizan en el lenguaje ni siquiera son reconocidas como tales por las personas que las utilizan, ya que ni siquiera son conscientes de ello. Estos términos están tan integrados en el lenguaje y modo de pensar dominante que ni siquiera son considerados ideológicos: se consideran como un lenguaje neutral, razonable y/o lógico.
Lo mismo ocurre, pues, con el nacionalismo españolista, que ni siquiera se considera nacionalismo. Este término, "nacionalismo", se utiliza para definir los nacionalismos periféricos como el catalán, el vasco o el gallego. Pero nunca para definir el nacionalismo españolista. Escuchar a un Vargas Llosa, o a un Fernando Sabater o a un José Bono diciendo que los nacionalismos son malos, definiendo como tales sólo los periféricos, sin reconocer que ellos son, a su vez, profundamente nacionalistas, y que imponen su nacionalismo a todos los otros, es característico de lo que sucede hoy en España. Todos ellos han publicado artículos o hecho declaraciones demonizando a los nacionalismos periféricos con argumentos típicos del nacionalismo españolista, acentuando la uninacionalidad de España, mensajes transmitidos a El País y otros medios del establishment político-mediático del Estado borbónico.
Este nacionalismo uninacional fue impuesto a sangre y fuego en Catalunya durante la Guerra Civil. No se quiere reconocer que, por ejemplo, el idioma catalán fue prohibido por los ocupantes de Catalunya (sólo tolerado al ambiente familiar), y que sólo se permitía hablar "la lengua del imperio", como se definió el castellano. El fascismo, máxima expresión del nacionalismo españolista, significó una opresión no sólo de clase social, sino también de nación. Esto último nunca se reconoce o admite, y se olvida deliberadamente su enorme brutalidad, que incluso sorprendió a dirigentes del nazismo alemán y del fascismo italiano, de visita en Barcelona durante la ocupación (ver el capítulo X, "la larga noche del franquismo", de Josep Fontana, la formación de una identidad. una historia de Cataluña). El terror fue una táctica impuesta por los golpistas que interrumpieron un sistema democrático republicano, ya que las fuerzas ocupantes del nacionalismo españolista sabían que tenían la mayoría de la población en contra.
En Cataluña hubo un intento de genocidio cultural, lo que es desconocido, ignorado, ocultado o menospreciado por el nacionalismo españolista. Hubo una represión brutal que se sumó al terror extendido a lo largo de toda España, impuesto por las oligarquías y élites de la estructura de poder en contra de la mayoría de las clases populares, terror causado por las mismas minorías que actuaron en contra de la cultura catalana. De ahí que las izquierdas catalanas siempre defendieron que la lucha por la liberación de las clases populares y de la nación catalana eran la misma, hecho que incluso la derecha nacionalista catalana dirigida por el Sr. Pujol tuvo que reconocer.
En España la gran influencia del nacionalismo españolista explica que cualquier defensa de la identidad catalana y de la plurinacionalidad del Estado haya sido vista siempre como impresionismo. La marginación de Pasqual Maragall, presidente socialista de la Generalitat de Catalunya, por parte de la dirección del PSOE bajo el mandato del presidente Zapatero y su equipo, incluyendo su Ministro de Defensa, el Sr. Bono, debido a su intento de recuperar los derechos de Cataluña como nación, ejemplifica esta influencia. El ministro Bono le acusó de tener simpatías secesionistas. En realidad, el reconocimiento de Cataluña nunca respondió a un objetivo secesionista. Fue un reconocimiento profundamente solidario y basado en una visión plurinacional, con un claro compromiso por la justicia social y la democracia para toda España. Fue el presidente Companys (que fue director de una revista titulada Nueva España) el que murió fusilado por secesionista por las "tropas nacionales" golpistas. Companys invitó a las fuerzas progresistas españolas (entre las que él era sumamente popular) que asentaran sus bases en Cataluña para poder resistir la situación que estaba sufriendo España. En Cataluña el independentismo sólo ha surgido cuando la plurinacionalidad del Estado no ha sido aceptada por el Estado central. Y el caso actual es un ejemplo de ello... Vicenç Navarro - publico.es
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