En 1817, Thomas de Quincey (1785-1858) fue nombrado director del Westmorland Gazette, un pequeño periódico de provincias inglés. Nada tendría de extraño su nombramiento si no fuera porque era un opiómano que unos años más tarde publicaría Confesiones de un inglés comedor de opio, un curioso libro en el que relata el origen de su adicción. Pero este título es engañoso, puesto que De Quincey no comía opio sino que lo bebía en forma de láudano, un analgésico que se podía adquirir en cualquier botica y que él llamaba ‘éxtasis portátil’.
El flamante director del Westmorland Gazette se lanzó a llenar las páginas del diario con espeluznantes historias de crímenes, asesinatos y depravación sexual sacadas de la prensa londinense, que en un principio él reescribía a su aire empleado un método calcado al de cortar y pegar tan popular entre los plagiadores de hoy, sólo para acabar publicándolas tal cual las encontraba. Ni que decir tiene que fueron bien recibidas por los lectores del Gazette. Pero como era de esperar, el éxito resultó ser efímero: el propietario del rotativo puso al impúdico opiómano de patitas en al calle.
El periodismo del plagio - El engañoso periodismo de De Quincey es todo menos un caso excepcional en la historia del periodismo: se viene practicando desde siempre y ahora más que nunca, y no sólo por la inestimable aportación de internet y las aplicaciones, como ha quedado patente en el reciente escándalo del reportero alemán Claas-Hendrik Relotius.
CLAAS RELOTIUS |
Relotius, que había ganado cuatro veces el prestigioso premio de periodismo alemán, recibió en el 2017 el Premio Europeo de la Prensa, por un reportaje publicado el año anterior en Der Spiegel titulado La historia de Almed y Alin, dos huérfanos sirios atrapados en Turquía. También fue nombrado reportero del año por CNN. Así que a sus treinta y pico de años ya era el reportero estrella de Der Spiegel, que, con una tirada de más de un millón de ejemplares, es la mayor revista semanal no sólo de Alemania sino de Europa. Mas Relotius dimitió a finales de 2018. ¿Qué le indujo a tomar tan drástica decisión? Pues que se descubrió que no sólo desempeñaba su oficio a lo de Quincey sino que se lo inventaba casi todo.
JUAN MORENO |
Sus embustes fueron destapados por el periodista freelance hispanoalemán Juan Moreno, que tuvo el coraje de denunciarlos a la dirección de Der Spiegel, del que era un colaborador ocasional, a diferencia de Relotius, que estaba, cómo no, en plantilla. La investigación que llevó a cabo Moreno en secreto, le costó una considerable inversión de tiempo y esfuerzo, hasta que pudo demostrar sin lugar a dudas la envergadura del fraude. Nada menos que 60 de los artículos de Relotius resultaron ser fabricaciones.
La mala fama de los delatores - Los delatores o whistleblowers no suelen gozar de buena prensa. Ahí están para demostrarlo Edward Snowden, Julian Assange o Chelsea Manning. Y, ahora, Juan Moreno. Aun así, Der Spiegel no tuvo otra que denunciar los hechos y entonar el mea culpa… y lo hizo por todo lo alto: Sagen, was ist (Cuenta lo que es), el lema del fundador de la revista, ocupó la portada de la edición del 22 de diciembre de 2018, en la que 23 páginas fueron dedicadas al caso Relotlius.
El periodista estrella caído en desgracia ha explicado que le había motivado el miedo al fracaso y que la presión para no fallar fue creciendo a medida que iba teniendo más éxito.Tras devolver los premios que había recibido en reconocimiento del mérito de sus (falsos) reportajes, Relotius no tuvo el menor reparo en pedir dinero a los lectores que supuestamente sería destinado a las víctimas que había descrito en sus artículos. Der Spiegel comprobó que parte del dinero recaudado fue a parar a una ONG, pero nada se sabe del resto.
Relotius es un hombre de nuestro tiempo; Juan Moreno, también. Pero por desgracia hay menos como éste que como aquél. De Quincey, por su parte, aprovechó su paso por el Westmorland Gazette para, al cabo de algún tiempo, escribir un espléndido ensayo, Del asesinato considerado como una de las bellas artes. Quizá Relotius aún nos pueda sorprender. - JOHN WILLIAM WILKINSON
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