Y los peces salieron a combatir contra los hombres
Angélica Liddell [fragmento]

Pero le conviene veranear en la montaña.
La playa no, señor Puta, la playa no.
Usted se dedica a la belleza, señor Puta.
Usted se dedica a la justicia, señor Puta.
Usted se dedica a la riqueza, señor Puta
Usted es tan sensible, señor Puta.
El verano pasado, por ejemplo, señor Puta,
nació un niño a nuestros pies.
Mientras tomábamos el sol nació un niño a nuestros pies.
No la vimos llegar, señor Puta, no la vimos llegar.
Se lo aseguro, señor Puta, a la mujer no la vimos llegar.

La vimos cuando se arrastraba por la arena,
y la arena estaba ardiendo,
pero ella arrastraba y arrastraba su barriga como si le diera igual el calor.
Al principio pensamos en una lombriz,
una lombriz enorme y negra,
una lombriz enferma,
una lombriz que venía del mar.
No pensamos que una mujer pudiera arrastrarse de aquella manera.
Lo más lógico era pensar en una lombriz.
Nos confundimos, señor Puta.
Nos asustamos, señor Puta.
Es normal confundirse, es normal asustarse, ¿verdad señor Puta?
Tomábamos el sol,
hacía mucho calor,
sudábamos,
no podíamos ver con claridad.
Parecía un reptil enorme y espantoso
y a veces se movía como por espasmos
y soltaba espuma y algas por la boca.
Nos confundimos y nos asustamos, señor Puta.

Esa es la verdad.
Parecía un reptil.
Pero no acabamos de frotarnos los ojos
cuando aquella mujer que se arrastraba como un reptil
expulsó un bebé.
Un bebé, señor Puta, un bebé.
Estábamos allí, sentados, mirando, mirándolo todo.
Se lo aseguro, señor Puta, no nos movimos de nuestras
tumbonas,
así que lo pudimos ver todo muy bien.
Aquella lombriz espasmódica expulsó un bebé
y siguió arrastrándose por la arena
y arrastrando al bebé junto a ella
entre las piernas,
como si el cordón umbilical fuera la correa de un caniche.
Expulsó al bebé mientras se arrastraba, ¿entiende, señor
Puta?
En ningún momento dejó de arrastrarse.
Expulso al bebé,
el bebé cayó a la arena
y la mujer no dejó de arrastrarse.
Lo llevaba como un colgajo entre las piernas,
dejó la arena llena de sangre.

Parecía no darse cuenta de que había parido, señor Puta.
Nosotros, que estábamos en las tumbonas, nos dimos
cuenta de todo,
y ella parecía no darse cuenta de nada, señor Puta.
Arrastraba y arrastraba al bebé como si fuera un colgajo.
El bebé ya estaba rebozado en arena,
con la boca y los ojos taponados de arena.
Alguien debió llamar a alguien.
No lo sé.
Nosotros estábamos en las tumbonas.
No nos movimos de allí.
Lo vimos todo.
Y cuando separaron al bebé de su madre,
la madre ya estaba muerta.


“Usted es tan sensible, señor Puta” — Angélica Liddell
Publicado por Loam en 9/10/2019