En una de las notas de los Cuadernos de prisión , Gramsci explica una fábula tan breve como edificante. La protagoniza Tizio, el primero de los nombres que aparecen en la expresión “Tizio, Caio e Sempronio”, que viene a ser la equivalente en italiano de la española “Fulano, Mengano y Zutano”. Y la acción se desarrolla durante tres días. En el primero, Tizio grita una consigna y todo el mundo le aplaude y se entusiasma. En el segundo, vuelve a gritarla y los que el día anterior le habían aplaudido, fingen no haberle oído y le esquivan. Y en el tercero, en que insiste en repetirla, el público, que aún es el mismo, le increpa e, incluso, le acaba zurrando. Evidentemente Tizio no comprende nada. Y su estupefacción aumenta cuando aparece Caio, que le ha ordenado gritar la consigna, que le riñe porque no la ha gritado bien y le acusa de ser un impresentable o un inepto. Aquí acaba la historia, pero Gramsci no se ahorra la explicación de las razones de Caio, a quien no presenta como un cínico, sino como un vanidoso estratega político convencido de que la consigna que ha elaborado con su excelente sabiduría teórica debería funcionar siempre porque los miembros de su camarilla nunca han dejado de fingir que les seguía entusiasmando.


El apunte donde puede leerse esta historia trata del pensamiento sectario y la fábula pretende ejemplificarlo. Gramsci afirma que el pensamiento sectario es aquel que impide ver que el partido político no es sólo su aparato organizativo, sino también el bloque social que tiene este partido como referente. Y sostiene que una de las manifestaciones más características de este pensamiento consiste en creer que se pueden seguir haciendo ciertas cosas aunque la situación política haya cambiado. Lamentablemente Gramsci no sigue el hilo de sus consideraciones sobre el pensamiento sectario analizando sus relaciones con el que, por analogía, se podría llamar, “pensamiento eclesiástico”, que, por otro lado, había tomado como modelo en su teoría sobre la hegemonía. Según algunos viejos sociólogos, a diferencia de las sectas, que efectivamente ponen la obstinación en la pureza por encima del crecimiento de la parroquia, las iglesias suelen caracterizarse por su voluntad de adaptarse, sin perder la posición y mirando de multiplicar el rebaño, a las situaciones cambiantes. Cuesta poco imaginar a un personaje llamado Sempronio acercándose a Tizio tras la reprimenda de Caio para indicarle, con condescendencia clerical, que había llegado el momento de cambiar de consigna. Casi lo podemos oír persuadiéndole de que en el segundo día era un error lo que no lo era en el primero y que, cuando la situación cambia, no se trata de rectificar, sino de evolucionar, porque la evolución es lo que permite a quienes se reservan el monopolio de la verdad tener razón contra los que hoy les contradicen, como también la tenían ayer en exclusiva contra aquellos que los contradecían diciendo lo mismo que ellos mismos dicen hoy. En el mundo de la política y del periodismo nunca faltan los eclesiásticos Sempronios, expertos en las artes del aggiornamento.

los tres días de Tizio
Josep Maria Ruiz Simon
lavanguardia.com