Tienen algo de perverso los walkman, puedes ir por la calle conociendo a Bach y sonreír; o puedes ir por la calle escuchando un instructivo para las bazookas domésticas y sonreír; o puedes ir por la calle escuchando un audio-porno y sonreír, en resumen, sonreír porque los otros no escuchan lo que tú oyes y eres poderoso y privado. Lo que no sabes es que ellos tienen uno más moderno que el tuyo y te sintonizan porque sonríes demasiado en una ciudad en la que no hay nada por qué sonreír.
Por eso no entiendes cuando los dos hombres te toman por los brazos y te llevan al callejón y te disparan, no es que fuesen moralistas o no entendieran a Bach. No es por eso, precisamente, sino porque tienen algo de perverso los walkman.
“Estado de perversión”, de Pía Barros
en Signos bajo la piel, 1994
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