La importación ya consolidada del black friday es un homenaje más a la figura del consumidor, que está sustituyendo sutilmente a la del ciudadano. Bauman dice explícitamente que “desde la cuna hasta la tumba nos educan y nos entrenan para usar las tiendas como farmacias llenas de medicamentos que curan o al menos mitigan todos los males y aflicciones de nuestras vidas y de nuestras relaciones con los demás”. Vivimos en una gran farmacia global. Para facilitar el consumo, se ajustan los precios, se reduce el personal y desaparecen los artesanos, que sucumben a los productos en serie que llegan al público a precios bajos. El martes desfilaron por Berlín cientos de tractores de alemanes exigiendo medidas para que las convulsiones arancelarias actuales no destruyan el llamado primer sector, que ha sobrevivido gracias a un proteccionismo que tenía dos objetivos: mantener y cuidar el territorio y permitir que los productores ligados a la tierra vivieran con dignidad. Ayer, centenares de tractores perturbaron los accesos a París, incluida la autopista para llegar al aeropuerto Charles de Gaulle, y cortaron la esencial vía periférica que rodea la capital francesa. El malestar entre los agricultores y ganaderos franceses viene de lejos, como afirma nuestro corresponsal en París, Eusebio Val. Están descontentos con la ley de la alimentación, quieren una distribución de ingresos más equitativa en toda la cadena comercial, desde la producción hasta la venta final. Medio millón de franceses se dedican a la agricultura y ganadería. Ya sé que para muchos urbanitas la sola imagen de un tractor es síntoma pueblerino y de bajo nivel intelectual. Qué error de apreciación. Afortunadamente, ya no es así. Y qué injusticia, por ejemplo, que el precio ofrecido por la uva este año haya sido la mitad de la temporada anterior. Algo parecido se puede decir del aceite, los cereales y muchas clases de frutas. Los precios de los productos del campo han variado muy poco en los últimos treinta años. La emigración a la ciudad es espectacular.
Grandes multinacionales han entrado en el sector del cava y no les preocupa la calidad ni la historia sino la cantidad y el beneficio. El agricultor de hoy tiene la otra presión de los ecologistas radicales, que quieren convertir las tierras en campos temáticos. Si uno de los problemas sociales es hoy es el vacío humano en el mundo rural, habrá que dedicar políticas más inteligentes para que los guardianes de la tierra puedan vivir dignamente.
Dice Lluís Foix en su artículo: Para detener el vacío rural habrá que buscar fórmulas para vivir dignamente en el campo, cuando quizás debería decir Para detener el vacío rural habrá que buscar fórmulas para vivir dignamente del campo, y hay una ciudad norteamericana, Kingston en el estado de Nueva York, que va aún más allá, y está intentando construir un ecosistema local inclusivo y autosuficiente. Todo empezó con O+, un festival que ayuda a artistas a intercambiar su trabajo por prestaciones de sanidad ante la dificultad de acceder a seguros privados. En Kingston, iniciativas agrícolas como Farm Hub trabajan para lograr sistemas de alimentación fuertes e igualitarios. Una red de carriles bici conecta los pueblos con las granjas locales (para cuando ya no haya gasolina para los coches). Y organizaciones como RiseUp Kingston, Kingston Citizens, Nobody Leaves Mid-Hudson, y la Kingston Tenants Union facilitan la participación ciudadana, luchan contra los desahucios y promueven políticas públicas para combatir la cada vez más acuciante escasez de viviendas.
En el fondo, se trata de volver al origen, a la autosuficiencia de la tribu. Lo he pensado en más de una ocasión, sería posible ubicar a (pongamos 300 personas inmigrantes) en un pueblo abandonado, que hay muchos, y allí con una ayuda inicial intentar que pudieran vivir de sus propios recursos con agricultura y ganado, al fin y al cabo sería como ya viven la mayoría en su país de origen pero con más recursos.