El exministro del Interior del Partido Popular, Jorge Fernández Díaz, ha sido el invitado principal en la edición de este sábado del programa La Sexta Noche, donde ha presentado su autobiografía Cada día tiene su afán, además de repasar algunos de los temas más candentes en la actualidad.
Durante, la entrevista, el Fernández Díaz ha sido preguntado por las palabras de Cayetana Álvarez de Toledo, quien llegó a afirmar que "el momento político" actual "es más difícil que "cuando ETA mataba".
El exministro popular, ha reafirmado las palabras de su compañera de partido: "Cuando ETA mataba era horrible, pero políticamente la situación era menos complicada que ahora". Para él, "un político tiene que saber lo que dice y cómo lo dice" y "si continuamente tienes que estar explicando lo que querías decir cuando dijiste lo que dijiste, algo falla, pero en el fondo creo que tiene razón y no tengo inconveniente en reconocerlo".
Por otra parte, ha señalado que "muchos de los actores políticos ahora, como Bildu, no se han arrepentido de esos crímenes" además de que "conviene tener presente que algunos de los que van a necesitar su voto han estado justificando el terrorismo durante décadas y no se han arrepentido".
"José Antonio Zarzalejos escribe en el periódico que no se debe dar pábulo a comparaciones tan odiosas y ausentes de rigor como esa que ha formulado Cayetana Álvarez de Toledo, diputada al Congreso por Barcelona y portavoz en la Cámara del grupo popular, según la cual el "momento político actual en Catalunya es más difícil" que el del País Vasco cuando ETA asesinaba. Se trata de un error de juicio –quizás de una valoración torticera de la parlamentaria conservadora– porque allí se produjo, y sigue en términos diferentes, una tragedia de proporciones históricas. Nada que ver con la naturaleza de la crisis en Catalunya.
Euskadi fue la cuna y el principal escenario –no el único, porque también en tierras catalanas se padeció el crimen indiscriminado (Hipercor en 1987) y el selectivo (Ernest Lluch en el 2000)– de un fenómeno terrorista persistente durante 50 años, el último en Europa, y que dejó, además de un balance inconmensurable de dolor y muerte, una enfermedad social de muy honda raíz que se manifiesta en el crédito y la reputación, en determinados sectores sociales, que aún mantienen los ejecutores de aquel desastre de sangre y fuego.
En Euskadi abundan los canallas. Los son aquellas personas "despreciables" o "ruines" que como el etarra José Ramón López de Abetxuko, se permiten el inmenso descaro moral de comparecer en la Universidad Pública Vasca para impartir una conferencia sobre los presos de ETA. El pasado martes fue recibido con aplausos por los asistentes al acto. El "ponente" asesinó en 1980 al jefe de la policía foral de Álava, Jesús Velasco, cuya familia es un referente de entereza y probidad moral en Euskadi, y ametralló, también en 1980, a Eugenio Lázaro, jefe de la policía local de Vitoria.
Revisión o regresión
El etarra ha cumplido condena, pero como en los casos de los hirientes 'ongi etorris' (bienvenidas populares a los etarras excarcelados), los vascos que quieren olvidar, perdonar y reclaman justicia, exigen también pudor y conmiseración ante los sentimientos a flor de piel de las víctimas de aquel terrorismo inmisericorde. La decidida voluntad de EH Bildu –constatada por los analistas más avezados en la situación vasca como el colega Luis Rodríguez Azpiolea en 'El País'– de frenar cualquier tipo de revisión crítica de la trayectoria etarra, ha introducido la convivencia en el País Vasco en una regresión que nada tiene que ver con la tensión en la sociedad catalana.
La crisis de Catalunya, que en ocasiones bordea el precipicio de la incivilidad, algo innegable, es de una naturaleza distinta y sería un pésimo favor a toda España, y a este país en particular, establecer paralelismos del problema que plantea el independentismo aquí con el que, como espantajo, esgrimió ETA allí durante décadas, secundado en tantas ocasiones por un PNV que ahora está en esa fase difícil para sus bases de recoger velas de años de complacencias y silencios. Iñigo Urkullu se ha disculpado por la historia de ambigüedad de su partido y ofrece un rostro diferente del nacionalismo democrático que, sin embargo, se ha dado de bruces con una izquierda radical aberzale que le pisa los talones. El dictamen de los cinco expertos (uno por cada partido parlamentario) sobre el texto de un nuevo Estatuto vasco que sustituya al actual de 1979, que fue una obra de ingeniería jurídica y política de innecesaria derogación, podría plantear un 'procés' a la vasca, que tomaría del catalán algunos mimbres. Legitimidad imposible Siempre, sin embargo, habrá una diferencia esencial: el separatismo está deslegitimado por el crimen en Euskadi y el independentismo no lo está en Catalunya.
El proceso soberanista es discutible por completo, objetable de principio a fin, pero está fuera de los registros trágicos de lo que ocurrió en el País Vasco hasta hace poco tiempo. Por eso, los que conocen por vivencia personal y familiar lo que ocurrió –y sigue ocurriendo– en Euskadi, sienten escalofríos cuando observan a Arnaldo Otegi sentado en la misma mesa con Pere Aragonès firmando una declaración por el derecho a la autodeterminación, o cuando contemplan imágenes en las que este dirigente, todavía inhabilitado por la comisión de un delito terrorista, se entremezcla en las manifestaciones independentistas en Catalunya. Esas presencias le interesan más al 'abertzalismo' radical que al secesionismo catalán. Por lo demás, si simetrías de esa naturaleza buscarían deslegitimar operaciones políticas que, aun siendo de altísimo riego y no deseables para muchos por sustanciales motivos de carácter político, como la negociación entre ERC y el PSOE, la estrategia resultaría inadmisible. La intención última de pretender dar continuidad narrativa a ETA en la crisis catalana es un recurso perversamente hiperbólico y rechazable. Es verdad que el lenguaje que se utiliza es tramposo porque los etarras siempre han hablado de "conflicto vasco" y ahora se habla también del "conflicto catalán", aunque esas expresiones acojan realidades particularmente diferenciadas. Así lo piensan no solo la izquierda sino también amplios sectores de la derecha democrática española, y, por supuesto, las víctimas del terrorismo, que se han crispado con el arbitrario juicio de valor de Cayetana Álvarez de Toledo. La sedición, la malversación y la desobediencia no son delitos, en definitiva, que admitan comparación, ni cualitativa ni cuantitativa, con los que se cometieron en Euskadi durante los años oscuros. Este tema, aparentemente lateral, ha conmocionado al Madrid político en plena negociación, opaca y difícil, entre ERC y el PSOE, con Sánchez ya en modo de candidato a la investidura."
La crisis de Catalunya, que en ocasiones bordea el precipicio de la incivilidad, algo innegable, es de una naturaleza distinta y sería un pésimo favor a toda España, y a este país en particular, establecer paralelismos del problema que plantea el independentismo aquí con el que, como espantajo, esgrimió ETA allí durante décadas, secundado en tantas ocasiones por un PNV que ahora está en esa fase difícil para sus bases de recoger velas de años de complacencias y silencios. Iñigo Urkullu se ha disculpado por la historia de ambigüedad de su partido y ofrece un rostro diferente del nacionalismo democrático que, sin embargo, se ha dado de bruces con una izquierda radical aberzale que le pisa los talones. El dictamen de los cinco expertos (uno por cada partido parlamentario) sobre el texto de un nuevo Estatuto vasco que sustituya al actual de 1979, que fue una obra de ingeniería jurídica y política de innecesaria derogación, podría plantear un 'procés' a la vasca, que tomaría del catalán algunos mimbres. Legitimidad imposible Siempre, sin embargo, habrá una diferencia esencial: el separatismo está deslegitimado por el crimen en Euskadi y el independentismo no lo está en Catalunya.
El proceso soberanista es discutible por completo, objetable de principio a fin, pero está fuera de los registros trágicos de lo que ocurrió en el País Vasco hasta hace poco tiempo. Por eso, los que conocen por vivencia personal y familiar lo que ocurrió –y sigue ocurriendo– en Euskadi, sienten escalofríos cuando observan a Arnaldo Otegi sentado en la misma mesa con Pere Aragonès firmando una declaración por el derecho a la autodeterminación, o cuando contemplan imágenes en las que este dirigente, todavía inhabilitado por la comisión de un delito terrorista, se entremezcla en las manifestaciones independentistas en Catalunya. Esas presencias le interesan más al 'abertzalismo' radical que al secesionismo catalán. Por lo demás, si simetrías de esa naturaleza buscarían deslegitimar operaciones políticas que, aun siendo de altísimo riego y no deseables para muchos por sustanciales motivos de carácter político, como la negociación entre ERC y el PSOE, la estrategia resultaría inadmisible. La intención última de pretender dar continuidad narrativa a ETA en la crisis catalana es un recurso perversamente hiperbólico y rechazable. Es verdad que el lenguaje que se utiliza es tramposo porque los etarras siempre han hablado de "conflicto vasco" y ahora se habla también del "conflicto catalán", aunque esas expresiones acojan realidades particularmente diferenciadas. Así lo piensan no solo la izquierda sino también amplios sectores de la derecha democrática española, y, por supuesto, las víctimas del terrorismo, que se han crispado con el arbitrario juicio de valor de Cayetana Álvarez de Toledo. La sedición, la malversación y la desobediencia no son delitos, en definitiva, que admitan comparación, ni cualitativa ni cuantitativa, con los que se cometieron en Euskadi durante los años oscuros. Este tema, aparentemente lateral, ha conmocionado al Madrid político en plena negociación, opaca y difícil, entre ERC y el PSOE, con Sánchez ya en modo de candidato a la investidura."
El Sr. Fernandez Díaz és un miserable, un católico miserable, que no se que parte de la doctrina de Jesús se perdió en su conversión en las Vegas. Quizás sólo sea un fariseo, un fariseo fanático mentiroso compulsivo, más incluso que Marcelo su ángel de la Guarda, y és que si ya hay que sospechar de alguien que crea en Dios y toda esta historia, si encima cree en el ángel de la Guarda, és que está como una chota, y quizás deberían de ingresarlo en un psiquiátrico para dementes. El Sr. Fernández Díaz es muy dado a estas excentricidades, sólo haY que recordar su afición a condecorar vírgenes. De esto ho hace tanto, fué en septiembre de 2015...
"Se hace difícil definir la actitud, el comportamiento del Ministro del Interior del Gobierno Español, el Sr. Jorge Fernandez Diaz, un hombre piadoso, no se si casto y muy religioso, que eso sí que lo tiene, pero religioso de antes, versión blanco y negro rancio y fanático, de cristiano de viejo.
Para mí que este hombre no está bien, que se la ha girado el cerebro o se le ha ido la olla, aparte de su obsesión patológica que le hace ver yihadistas en todas partes, o familias catalanas que no se hablan en la mesa, tiene otra nadería preocupante, o quizás es un hobby o incluso una performance, el Señor Jorge Fernandez Diaz, se dedica a condecorar vírgenes, y lo digo en plural por que el hombre es reincidente, que lo ha vuelto a hacer,¡ vamos!
La elegida para ser condecorada ha sido la Santísima Virgen de los Dolores que integra la lista de condecorados ajenos a la Guardia Civil que el Cuerpo reconoce este año con motivo de la festividad de su patrona. En el orden del 25 de septiembre, a la que ha tenido acceso eldiario.es, se concede la Cruz de Plata a la Virgen en su calidad de "titular de la Real y Venerable Cofradía de Nuestro Padre Jesús de la Humildad y María Santísima de los Dolores"de Archidona, en la provincia de Málaga. La distinción llega cuando aún está pendiente la sentencia judicial sobre la condecoración de la Policía a otra Virgen, también de Málaga, que otorgó Interior en 2014 y que llevó a dos organizaciones laicistas a recurrir la decisión administrativa ante la Audiencia nacional.
Esta otra virgen condecorada es del año pasado, en concreto se trata de la Virgen María Santísima del Amor. Los méritos para recibir la Medalla de Oro al Mérito Policial los realizó la cofradía del Rico y María Santísima del Amor, que comparte con la policía "valores como la dedicación, el despertar, la solidaridad y el sacrificio", según recoge la orden firmada por Fernández Díaz. La Medalla de Oro al Mérito Policial es una condecoración que va acompañada de pensión, pero que en esta ocasión pierde la recompensa económica para ser concedida a título honorífico, según fuentes policiales. En el orden, se destaca la colaboración de la cofradía malagueña con la Policía cada Semana Santa. Sin embargo, ni la Virgen, ni la Cofradía parecen reunir los méritos establecidos en la Ley 5/1964 para la concesión de esta medalla. A saber: "haber muerto en acto de servicio o sufrir mutilación, dirigir o participar en un servicio de la Policía de "trascendental importancia", haber desarrollado una "actuación extraordinaria y ejemplar" que dote de prestigio al cuerpo o hacer "hechos análogos" a los citados que impliquen "méritos extraordinarios".
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