La investidura de Pedro Sánchez de este martes le consagra como un hábil político que puede añadir una muesca más a su manual de resistencia. Que la haya conseguido con la colaboración de Unidas Podemos y la abstención de Esquerra Republicana, que anteriormente rechazaron pactar con el PSOE, indica su realismo y capacidad de diálogo, a lo que habría que añadirle la necesidad; vital en un Congreso de los Diputados tan fragmentado. 
Ahora le toca frenar en seco la embestida de las tres derechas que no le perdonan haber situado al PSOE al frente de una amplia coalición de toda la izquierda española, catalana y vasca. La ira de los diputados derechistas, contra los dos portavoces de Esquerra Republicana y Bildu, evidencia su enorme decepción. Esperaban que una vez más la cuestión nacional impidiera un nuevo gobierno progresista. Las embestidas de Casado, Abascal e Inés Arrimadas, sostenida por una pléyade de altos funcionarios ilustrados, va a desarrollarse política, mediática, social y jurídicamente, y mas que de de jabalíes será una legislatura de bisontes, con payasos incorporados, eso si.
No debería sorprendernos pues ante la arrancada de esta embestida, que Sánchez haya aplazado la composición del nuevo gobierno una semana. Probablemente, alguno de los nombres sugeridos, propuestos o anunciados haya suscitado reacciones preocupantes recogidas por el ministerio afectado o, tal vez, haya sido el propio Sánchez el más preocupado por su repercusión en esta tensa legislatura que se le presenta, y no quiere cometer errores de la anterior formación de Gobierno, como con Màxim Huerta o Carmen Montón. Parece lógico que Sánchez se tome una semana más de tiempo en asegurarse de no cometer errores evitables. La impaciencia es mala consejera y una semana no es mucho tiempo.
Se suele decir que la política reúne a veces a extraños compañeros de cama, però los hay que más que extraños son miserables, aunque de momento hay tres que comparten cama aparte.