El pánico global causado por el coronavirus demuestra como ningún país no se puede sostener solo y como la interdependencia es inevitable en todo lo que afecta a la economía, el comercio, las ideas y la política. Tanta tecnología y tantos conocimientos acumulados pueden derrochar por algo aparentemente tan sencillo como la acción del factor humano.
Ver las calles vacías de ciudades con varios millones de habitantes en China o los que hemos visto en localidades italianas del Véneto, Lombardía, Toscana y Sicilia es el indicador más elocuente que el futuro pueda ser de las máquinas pero sean las personas las que determinen el éxito o fracaso, incluso el rechazo, los artefactos que cada días están dotados con nuevas y espectaculares aplicaciones que nos hacen más accesibles al conocimiento. Si el virus afecta Italia, era inevitable que se extendiera también a nuestro país -ayer hubo un caso en Barcelona- y en Europa entera.
En China, desde su potencia tecnológica, se sabía que un médico había detectado un virus en la ciudad de Wuhan, pero el Gobierno lo quiso ocultar en vez de buscar el tratamiento adecuado para combatirlo y comenzó a expandirse , saltó a otras ciudades del país, en Japón, Corea, Europa y Oriente. Todo empezó por no haber reconocido el virus detectado de forma incipiente en una parte de China.
El hecho de no haberse dado cuenta de un pequeño brote vírico ha causado un grave trastorno en la economía china, ha hundido las bolsas, de todo el mundo, se ha decretado la cuarentena para miles de cruceristas atracados forzosamente en enclaves turísticos, ha comenzado a confinar en sus casas cientos de miles de personas, ha hecho bajar el petróleo y, sobre todo, ha metido el miedo en el cuerpo al mundo a pesar de que, según la Organización Mundial de la Salud, la gripe clásica puede causar más víctimas que el coronavirus.
En tiempos en que un móvil es capaz de resolverlo todo en las ciudades inteligentes que ya funcionan total o parcialmente en muchas partes del mundo, se descubre que la vulnerabilidad humana sigue estando presente en el margen de la inteligencia artificial o de las extraordinarias prestaciones que el progreso nos ofrece. Incluso en Estonia, el país más smart del mundo, el factor humano termina siendo el más determinante para administrar las relaciones entre los grandes avances de la humanidad y las necesidades de los hombres y mujeres en cada momento de la historia. La persona siempre se adapta a las conquistas de la ciencia. Pero hay que arreglar siempre las goteras si se quiere evitar que terminen hundiendo el tejado de una casa. Negar su existencia es inútil y peligroso. - lluis foix - lavanguardia.com
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