Creo que todos tenemos claro que el coronavirus será vencido, y una parte del precio que habrá que pagar son los muertos que se están acumulando día a día, peroesta pandemia también se llevará por delante una manera de vivir. Nadie puede predecir qué vendrá después, pero intuimos que la cicatriz será muy profunda. El pesimismo se está apoderando del escenario y puede eclipsar a la gran aportación de estos días: la fraternidad espontánea entre amigos y vecinos, el reconocimiento de los héroes de la sanidad, el agradecimiento a los combatientes de primera línea: sean vendedores de supermercado, transportistas o señoras de la limpieza. También la crisis del coronavirus ha provocado el surgimiento de multitud de iniciativas solidarias para ayudar a los más vulnerables y mantener la mente activa durante los días de confinamiento. 
En situaciones extremas, el ser humano puede ser impredecible. Puede vaciar los estantes de papel higiénico de un supermercado en un tiempo récord o sacar todo su potencial solidario y creativo y ponerlo a disposición de quien lo necesite, solo por el placer de ser útil. Y esto es, precisamente, lo que está ocurriendo en los últimos días en nuestro país: miles de vecinos se organizan para ayudar a los más vulnerables, gremios profesionales crean redes de ayuda mutua y los artistas se lanzan al ciberespacio para amenizar el paso de nuestros días. 
Todas estas iniciativas creadas para sobrellevar el confinamiento, demuestran que la ciudadanía en su mayor parte va por delante del Gobierno, muy por delante. En la Agenda del confinamiento se puede encontrar mucha información de actividades, esta és de Barcelona, pero vale para cualquier parte del país, además, se pueden encontrar iniciativas parecidas en Madrid o en otras  comunidades. Esta es la mejor lección que sacaremos de esta pandemia, la reacción desinteresada de la gente, de la buena gente.