El origen de la eugenesia moderna lo podríamos encontrar en Thomas R.Malthus, que publicó en 1798 su célebre Ensayo Sobre el Principio de la Población (An Essay on the Principle of Population), las preocupaciones por un exceso de vidas humanas consumiendo recursos y ocupando espacios vitales, pasarían a ser un tema relevante en el pensamiento capitalista. La influencia de Charles Darwin y su teoría evolucionista de la "supervivencia del más apto" completaría el corpus filosófico necesario para sostener las ideas de una eliminación selectiva. Mucho antes, los antiguos espartanos ya tiraban por el barranco a los nacidos tullidos o con malformaciones. Dicho lisa y llanamente, las propuestas eugenésicas son las de eliminar aquellos ciudadanos que no llegan unos estándares físicos o mentales prefijados por los cánones de las élites y clases hegemónicas de la sociedad. O, simplemente, de aquellos que ya sobran y no aportan nada especial a la sociedad. O sea los viejos.

En este país ya hace tiempo que se practica la Eugenesia, aunque digamos que procuramos cuidar de nuestros mayores. En principio nuestras atenciones y cuidados están altamente legitimados y forman parte de nuestra filosofía de vida y de nuestra civilización. Para nosotros - oficialmente - la gente mayor son una prioridad y queremos que vivan bien todo lo que se pueda. Los eugenésicos, en cambio, quieren poner fecha de caducidad a sus vidas, en la línea de Huxley en el mundo feliz. Se trataría de ajustar sus cursos vitales: ¿75, 80, 90 años? ¿Cuál sería la edad 'razonable' para que nuestros padres y abuelos pasaran a criar malvas...?
En primer lugar, se debería garantizar, lo que ahora no se puede, llegar al final en perfectas condiciones, porque lo que se hace ahora es o atiborrarles de pastillas y pomadas o recluirlos en geriátricos donde se consumen lentamente de aburrimiento y soledad. No hay nada más desolador que visitar una residencia de ancianos, un lugar, por cierto donde te cobran mínimo 2.000 euros al mes por nada o poca cosa, y donde se ha visto que no están preparados para una pandemia como la actual. Una pandemia que ha practicado una eugenesia directa o casi un genocidio entre los ancianos, y que no ha preocupado mucho para no decir nada a las autoridades y a más de una familia tampoco. De hecho, ha sido una selección natural de la especie que ha afectado como ocurre en la naturaleza a los más débiles, unos afectados aparcados en residencias, lejos de su hogar, indefensos y olvidados.
Explicaré una anécdota personal. Mi suegra en un momento determinado (ya era viuda) quiso ingresar en una residencia, visitamos unas cuantas, y ni ella ni nosotros tuvimos lo que hay que tener para recluirla en ninguna de ellas, vivió en casa hasta al final y murió en el Hospital Parc Taulí de vieja, en un momento determinado la desenchufaron y expiró.
Mi padre murió en casa a los 98 años, porqué los padres y las madres deberian morir en casa, no en un aparcamiento residencial por sofisticado que este sea. Estamos hablando de viejos que ya los pueden cuidar viejos jubilados, como había sido siempre.

Lo que está pasando es que con un voluntarismo artificioso aboga el cambio de nuestro modelo de bienestar mediterráneo para que todos seamos como los escandinavos. Es decir, cambiar de la noche al día nuestro sistema de valores para adaptarlos a los de los países del Norte de Europa. Una Europa insolidaria, la Europa de los mercaderes, de la evasión fiscal y la explotación de las posiciones financieras de ventaja de algunos bárbaros del norte. Mientras tanto, continúan muriendo nuestros mayores. Los sentimientos de dolor cuentan poco en este mundo del despiadado capitalismo neoliberal. Como dicen que decía Stalin, una sola muerte es una tragedia, pero un millón de muertes es una estadística Y los ancianos que se nos están muriendo en las residencias han pasado a ser sólo estadísticas, frías estadísticas. La tragedia está reservada a otros.