Cuando un Estado no puede o no sabe proteger a sus ciudadanos, se debe disolver por ineficiente, este sería el caso de España e Italia, entre otros, y en ocasiones esta desprotección viene dada por la burocracia. No nos debe sorprender que este mismo estado hable de inmunidad de rebaño, es lo que somos, un rebaño obediente y sumiso, sin apenas ovejas negras. Y por si fuera poco en España esta inmunidad no la tenemos, sólo un 5% de la población y suficiente. Conviene que sepas que tienes que ser una oveja para creerte el término inmunidad de rebaño.

HAN MUERTO SOLOS

Hay varios miles de personas fallecidas por la pandemia que todavía no tienen expedido el certificado de defunción. Sus familiares hacen colas de ­madrugada en la sede del Registro ­Civil en la plaza del Duc de Medinaceli. No pueden atenderlos a todos porque el sistema está colapsado. Más colas, día tras día.

La mayoría de los fallecidos por el coronavirus en los hospitales murieron solos, sin ni siquiera tener a alguien próximo para despedirse en este momento tan definitivo de la vida. La agonía era especialmente dura por la escasa información que los familiares recibían del centro médico, que llamaba una vez al día para dar cuenta del es­tado del enfermo con noticias gra­dualmente pesimistas. La comunicación del viernes era la más dolorosa porque no volverían a saber nada más hasta el lunes.

Es lamentable que se prolongue el dolor familiar por un colapso en el Registro Civil.

Una vez se producía el fallecimiento se autorizaba la presencia de un máximo de tres personas en el entierro o el funeral. No hablo de oídas, sino por la experiencia de varias personas próximas que han pasado por el trance de no poder acompañar aunque fuera unos minutos a la madre, el padre, el hermano o hermana en el trayecto final de la vida. Desde los tiempos más remotos se ha respetado y se ha dejado testi­monio del culto que rodea la muerte de los humanos.

El personal sanitario ha hecho un trabajo ejemplar arriesgando sus vidas para salvar la de muchos. Y estas medidas no han sido un capricho de los médicos, sino una forma de prevenir una mayor agresividad de la pandemia. Está muy bien que se les aplauda cada día desde los balcones, pero estaría mejor aún que dispusieran de los medios adecuados para realizar su trabajo y que sus sueldos fueran revisados al alza.

Lo que no tiene explicación es que después de todos los sufrimientos íntimos y profundos de los familiares se tenga que esperar varias semanas para obtener el certificado de defunción en o desde el Registro Civil. ¿Cómo puede demorarse tanto un documento administrativo sobre la muerte de una ­persona? De él dependen pensiones, disposiciones testamentarias y otras derivadas de la defunción, una de ellas es el reconocimiento civil y público de la muerte.

No se entiende y es lamentable que los políticos pasen tantas horas y días discutiendo sobre los horarios y condiciones del desconfinamiento sin preocuparse de asistir hasta el final a los familiares de las víctimas en algo tan elemental como la entrega rápida del certificado de defunción. La muerte no es una estadística. - Lluís Foix - lavanguardia.com