"Dinme conta que o verdadeiro patriotismo hoxe é o matriotismo: dar vida nova ao país, xa non dar a vida por el, nin moito menos envolverse na bandeira”. La cita es de Manuel Blanco Desar en Fuxir de Proxeria. Y acierta, porque hemos vivido en un país al que la dictadura hizo aburrir himnos y banderas y en democracia los reservaba para fiestas de pueblo y edificios oficiales. Pero la vacuna antipatriotera de la Guerra Civil ha agotado sus efectos y volvemos a andar sobrados de patrias, que son mentiras que existen, pero sólo en la medida en que nos las creemos. El problema es que los neopatriotismos, con o sin Estado, quieren hoy creérselas más que nadie, lo que resulta agotador para el resto. Y nos lleva al choque de patriotas, que ojalá fuera un videojuego, pero es una historia destructiva que se ha ido repitiendo desde que existimos. De ahí que no necesitemos el patriotismo que ni el coronavirus es capaz de eradicar, y eso que el analísis objetivo nos lleva a consideraciones al menos curiosas:
Nada se parece más a un patriota español que un patriota catalán y los dos a cualquier otro patriota de cualquier patria, porque todos se entregan a la lógica del nosotros o ellos; patria o muerte; patriota o traidor... Hasta convertirla en única: un solo pueblo; una sola cultura; una sola patria; un solo líder. El patriota convierte su origen en su destino. Y la casualidad de nacer en algún sitio, en un mandato que convierte en traidores a quienes no le siguen.
El patriota vive del sueño irrenunciable de una patria perfecta. Y ningunea a quienes no la sueñan por considerarlos engañados por el enemigo –siempre tiene uno–, que lo convierte a él en víctima y a ellos, en cómplices, y es que todo patriotismo es esto, lamento y reivindicación nacionalista
Bién está tener una patria, una patria natural, adoptiva o militar, que aquí cada uno se apaña como puede, però el patriotismo és otra cuestión, sobre todo si es exacerbado que de hecho es su estado natural, que lo convierte de hecho en una hipertrofia del sentimiento elevada a lo más alto, y siempre con resultados finales dudosos.
El patriotismo se conecta con admirables ideas como valentía, coraje y deber, mientras el nacionalismo a menudo se asocia con repugnantes movimientos sociopolíticos como el supremacismo blanco o el antisemitismo, y a pesar de eso nuestros políticos prefieren llamarse nacionalistas en vez de patriotas, quizás porqué ser un patriota exige demasiado sacrificio, a veces incluso físico.
El patriotismo se conecta con admirables ideas como valentía, coraje y deber, mientras el nacionalismo a menudo se asocia con repugnantes movimientos sociopolíticos como el supremacismo blanco o el antisemitismo, y a pesar de eso nuestros políticos prefieren llamarse nacionalistas en vez de patriotas, quizás porqué ser un patriota exige demasiado sacrificio, a veces incluso físico.
Sálvenos alguien de los salvapatrias, porqué -parafraseando a Machado en el caso de España- alguno de los dos patriotas que padecemos, ha de helarnos el corazón.
Para algunos la patria es un trozo de tela con colorines, un himno aburrido y una entelequia que no une sino que separa a la gente.
ResponderEliminarSaludos.
yo ando por aquello de, ni Dios, ni patria ni bandera.
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