LA CIUDAD ALEGRE Y CONFIADA

Ahora que estamos en la última fase, es cierto que hay una cierta relajación entre la ciudadanía. A pesar de que la mascarilla es obligatoria, hay quien camina sin ella o la lleva incorrectamente con la nariz apuntando por fuera. Al ver a los 'sin mascarilla' cuando salgo a caminar, me vienen ganas de llamarles la atención y no lo hago porque no me gusta hacer de policía de barrio; Hay que reconocer que son pocos y suelen ser jóvenes, pués los abuelos todos con guantes, mascarillas e incluso algunos con doble mascarilla de aquellas de pantalla.

Pienso que algunas de estas personas no la llevarán puesta por algún motivo de peso; me resisto a pensar que es por puro incivismo. También podría ser que fueran de naturaleza rebelde, almas libres que piensan que así hacen frente al sistema, o tal vez se trata de algo más simple, de individuos ignorantes sin ningún criterio y que pasan de todo. Por cierto, conozco a dos tipos de estas características y tengo que decir que no se han infectado, y eso que uno de los dos es de los que trastean por los contenedores de basura, y lo ha hecho estos días sin guantes ni mascarilla.
Otra curiosidad que nos ha llevado la pandemia, es que no se si os habéis dado cuenta de que al cruzarse con alguien por la acera, hay dos modos de comportamiento que se repiten sistemáticamente, la persona con la que te cruzas pasa el máximo de alejada de ti que el perímetro le permite, e inconscientemente se toca la mascarilla en el momento de cruzarse contigo, como si se la ajustasen.

Por la verbena de San Juan nos reunimos toda la familia, salvo los nietos mayores que van por libre. Al principio, protegidos con mascarilla, todo eran precauciones, saludos con el codo y distancia social. Era una cena en la terraza en casa de mi hija mayor y sólo éramos ocho, pero a medida que avanzaba la cena, todos reíamos y hablábamos a mandíbula batiente y sin mascarillas que nos protegieran. Como si después de un rato de convivencia no nos tuviera que pasar nada.

Veremos dentro de 15 días que nos ofrecerá este verano desconfinado. El rebrote de Pekín o los de Portugal o Alemania deberían ponernos en alerta, pero me parece que hemos vuelto a ser la ciudad alegre y confiada, que me temo acabará de nuevo... confinada.