CONTAGIÉMONOS HASTA MORIR


Científicos de la Universidad de Nottingham han calculado que en la Vía Láctea, donde se aloja nuestro sistema solar, podría haber en la actualidad 36 civilizaciones inteligentes con capacidad para comunicarse. De momento, ninguna de ellas nos ha enviado un mensaje -o tal vez no nos hemos assabentat-. Pero la noticia, publicada por The Astrophysical Journal, y comentada en la vanguardia, llega en buen momento. Porque la estupidez de algunos grandes líderes mundiales, o la frecuencia indisciplinada reacción colectiva ante la emergencia climática, nos indican que la vida inteligente se está retirando paulatinamente de la Tierra, si es que la ha habitado. Y, en tan penoso trance, consola saber que queda alguno todavía en el espacio exterior a un mínimo de inteligencia. Quizás es por eso que no se manifiestan.
Y el problema no radica en el comportamiento de la mayoría de los dirigentes de los países, que hacen uso de su indigencia mental la gran mayoría, y no sólo los abanderados de la estulticia como Trump, Bolsonaro o Johnson. La ciudadanía, les sigue fervorosamente. A grupos de jóvenes estadounidenses les ha dado por organizar fiestas en las que se invita a un infectado por coronavirus y en el que se prescinde de cualquier protección. Cada uno de los alegres presuicidas paga un dinero para participar, que se acumula en una hucha común. Se lo llevará el primero que demuestre haber contraído la Covidi-19. Hace unos días, murió un joven de 30 años que asistió a una de estas fiestas
Y no sólo los norteamericanos, aquí muchas infecciones vienen de reuniones en grupos para celebrar fiestas como Córdoba donde en una fiesta de 400 personas 73 están infectadas por el momento y más que habrá. El otro día salió por la ibicenca Platja d'en Bossa un nutrido grupo de pancarteroslas agitaban niños, adolescentes y adultos. Todos ellos con sonrisas y felices por rebelarse contra la orden del Govern Balear de llevar la mascarilla en los espacios públicos. Otros ni siquiera se manifiestan. No se la ponen y punto. "¡Que os divirtáis, pues! Vivid, y bebed, príncipes de la insensatez", contagiaos, que la vida es corta y, además, no importa. Contagiémonos hasta morir... de estupidez.
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