Ante el aumento de contagios por el Coronavirus, la gente de orden hace llamamientos a la solidaridad para evitar comportamientos irresponsables, que sabemos con certeza son los causantes de esta segunda ola de infectados y la crisis consiguiente. Lamentablemente la actual situación demuestra el fracaso de nuestra sociedad, porque los insolidarios con la ayuda de sus cómplices activos o pasivos, están derrotando a los solidarios, a la importante parte de la sociedad que con su sensatez da ejemplo de civismo cumpliendo rigurosamente las normas con las consiguientes molestias que comportan, y que está sufriendo las consecuencias de su insensatez.
Demuestra que tenemos grupos, más numerosos de los que la gente de orden a veces señalan, que no tienen en cuenta que su manera de actuar afecta al resto de sus prójimos y si lo tienen les importa un bledo. Estos insolidarios inconscientes, que con su comportamiento incívico provocan contagios, confinamientos, ingresos hospitalarios, dolor, sufrimiento, pérdidas de empleos, y muertes. Pero esas gentes no podrían hacer lo que hacen, si no existieran cómplices que en unos casos por dejación y en otros por cobardía les ayudan a hacerlo. Por un lado otros ciudadanos que no tienen el valor de recriminarles cuando les ven poniendo en peligro al resto. Es probable que sea como consecuencia de la presión que se ejerció durante el confinamiento, contra quienes haciendo uso su derecho a protegerse a ellos y los suyos, fueron descalificados al considerarles "policías de balcón o de ventana". Y ya sabemos que en este país, más en unas zonas que en otras, que te identifiquen como represor, o colaboracionista está muy mal visto. Pero en el momento actual, cuando nos jugamos la salud y el empleo, esa máxima debe decaer.
Otro tipo de colaboradores con los insolidarios son los poderes políticos, especialmente los más próximos como presidentes de autonomía o alcaldes, aunque también el gobierno central, que teniendo la responsabilidad de poner orden en este desastre, por dejación no lo hacen. La prueba de ello es que tras las semanas que llevamos desde el inicio de la nueva normalidad están demostrando, que los intentos de convencer a esas gentes de que sus comportamientos ponen en peligro al resto de la sociedad, no están funcionando.
El gobierno central, los autonómicos y municipales, tienen lo que parece ser el único instrumento útil para evitar que una minoría de ciudadanos y ciudadanas pongan en peligro la salud y la economía del resto: las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Nos estamos jugando mucho, y creo que ya va siendo hora de que llamemos a cada cosa por su nombre, haciendo un llamamiento a que cada cual cumpla con sus obligaciones y con el deber social que le corresponde.
Lamentablemente esta situación de riesgo se está demostrando que no se soluciona con campañas de concienciación, buenas palabras, o intentos de convencer a los inconvencibles, se soluciona con una palabra que genera recelos pero que puede ser hoy la única eficaz: con represión contra los que ponen en peligro al resto de la ciudadanía. Es la hora de ser valientes con las opiniones, pero especialmente con los hechos. No se puede consentir que todo este esfuerzo hecho hasta ahora no ya por los ciudadanos, y sobretodo por los sanitarios, se venga abajo por nuestra dejación.
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