EL CHÓFER DE MAX PLANCK



En su artÍculo de hoy en la Vanguardia, a propósito del chófer espía de Bárcenas, Marius Carol explica una deliciosa anécdota de otro chófer mucho más listo. El chófer de Max Planck. Bárcenas no escogió bien a su chófer, personajes que deben de ser de absoluta confianza, más aún cuando uno se dedica a la delincuencia organizada. Hubiera necesitado un profesional como el que contrató Max Planck, premio Nobel de Física en 1918 por sus descubrimientos en el campo de la mecánica cuántica. Planck fue invitado a numerosos auditorios, donde siempre daba el mismo discurso. Su chófer, un tipo listo, acabó por memorizarlo. Como tenían cierto parecido, un día se atrevió a proponerle a su jefe dar la conferencia en su lugar, lo que hizo de forma impecable. El problema vino cuando uno de los académicos de la sala le formuló una pretenciosa y elaborada pregunta. El conferenciante quedó lívido, pero supo salir del enredo al responder: “Me sorprende que en una ciudad tan avanzada como Munich me pregunten algo tan elemental. Dejaré que responda mi chófer que está en primera fila”. Ni los espías ni los chóferes son lo que eran.

La anécdota, contada por Charlie Munger, probablemente es falsa. Pero permite remarcar la diferencia entre los dos tipos de conocimiento. El conocimiento verdadero y el conocimiento superficial Por un lado tenemos el conocimiento verdadero, el de Max Planck, el conocimiento de toda una vida. Quienes de verdad entienden aquello que están diciendo. Opiniones con profundidad, forjadas en el fuego, después de años y años de especialización en un campo concreto. En el otro extremo tenemos el conocimiento superficial, el del chófer, el conocimiento postizo. Quienes, después de haberse leído un bestseller de aeropuerto, se atreven a dar lecciones sobre el tema. La fórmula es simple: memorizan una idea, se aprenden cuatro palabras y las repiten con la convicción suficiente. Hay, incluso, quien hace del conocimiento superficial su profesión. Los tertulianos, expertos de todo, son el caso paradigmático. Desde Celia Villalobos hasta Gonzalo Bernardos. También los políticos, profesionales del engaño. Pablo Casado explicando el blockchain (con pasmosa seguridad), o Marc Vidal dando lecciones sobre smart cities, big data y modelos pedagógicos (aprendiz de mucho, maestro de nada), lo cual tampoco deberíamos sorprendernos en un país que tiene más expertos en epidemiología por metro cuadrado del mundo.

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