BARCELONA, CIUDAD ABIERTA
Sí, caben muchas Barcelonas en Barcelona y no todas son amables ni son siempre agradables. La masificación turística, las despedidas de soltería, las excursiones alcohólicas de fin de semana, la prostitución o la droga dura que ha regresado con fuerza preferimos no verlas. Como también ignoramos los pisos patera y el hacinamiento y la disidencia cultural de familias y comunidades enteras que viven junto a nosotros pero al margen. Solo hay que recordar lo poco que nos gustó aquella película de Alejandro González Iñárritu, Biutiful , pese a la notable actuación y presencia de Javier Bardem. Lo menos que se dijo de ella es que era tremendista y sórdida…
Tras los saqueos y las algaradas recientes que se cebaron con especial intensidad en las tiendas y locales del paseo de Gràcia, Barcelona ha consolidado su fama como ciudad de la rebeldía y la rabia juvenil. No sé cómo se han difundido las imágenes de la revuelta ni qué explicaciones circulaban por el mundo, pero en estos diez días me han ido llegando mensajes de preocupación de distintas partes del planeta. Se han compadecido y solidarizado con nosotros desde amigos de París –que saben bien de lo que hablan– hasta gentes de Nueva York, Londres o Buenos Aires. Por supuesto, la realidad no es exactamente su reflejo en los medios o en las redes, pero esta vez se me antoja que el daño a un prestigio ya maltrecho va a ser largo y duradero.
Algo muy serio está pasando con nuestro modelo cultural y educativo cuando tantos jóvenes deciden ocuparse en practicar la guerrilla urbana y la protesta airada. Somos una sociedad envejecida y nuestra juventud decide prenderle fuego. O al menos un poco. Y no me pongan la excusa del rapero antidemocrático –él diría antisistema– y su entrada en prisión tras abultado periplo judicial. El debate sobre la libertad de expresión habrá servido de detonante sentimental, sin reflexión ni análisis, pero ni explica ni mucho menos justifica esta kale borroka en la que se han mezclado encapuchados de sudadera anónima con prendas de marca y pirómanos aficionados que de vez en cuando lucían cascos de moto o de esquí, equipados para el nuevo deporte de riesgo de ir contra la línea policial.
Vuelvo a oír cosas que tenía casi olvidadas, consignas revolucionarias que solo hacen evidente la confusión o el cinismo de quienes las invocan. No es violencia, es autodefensa. Pueblo armado, pueblo respetado. Cosas así. Viejos desvaríos. Sueños revolucionarios.
En las guerras, una ciudad se declaraba abierta cuando las autoridades decidían entregarla sin resistencia al ejército invasor. Así se evitaba la muerte de sus habitantes y la destrucción del patrimonio. Barcelona lo hizo en 1939 ante las tropas nacionales. París, en 1940, y los nazis entraron en la capital francesa sin resistencia. También los alemanes declararon Roma ciudad abierta en 1943, y es inevitable recordar la película de Roberto Rossellini Roma città aperta . Hoy Barcelona está abierta a un ejército nuevo, el de los impacientes y los frívolos, también el de los violentos y los oportunistas. Son demasiado distintos para definirlos. Pero son jóvenes y deberían ser el futuro. Hace unos meses el Ayuntamiento eligió el lema “Ciutat oberta” para la Biennal de Pensament, en una muestra más de ingenuidad que de otra cosa. Me puedo imaginar a la alcaldesa, a lo Magnani, corriendo tras estos jóvenes que ya no quieren saber nada.
El veneno del nacionalismo identitario ha hecho mucho daño; pero también la corrupción, el paro juvenil, la falta de futuro (general todo ello a nivel estatal), la escasez de referentes y valores, el turismo zafio e indiscriminado... Barcelona se va transformando en otra cosa diferente a lo que fue allá por los ochenta y noventa.
ResponderEliminarUn saludo.
Barcelona ha sido la gran víctima del procés y todas sus consecuencias.
ResponderEliminarSaludos